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- 09.11.2011
Ruanova: "Si el control no es eficiente, termina siendo una parodia"
El legislador Gonzalo Ruanova, especialista en seguridad urbana, analiza las causas del derrumbe del edificio de la calle Bartolomé Mitre y ensaya algunas posibles soluciones para evitar casos futuros.
¿En qué medida el derrumbe es un caso aislado, en qué medida es un accidente y en qué medida es un problema más general de la Ciudad?
Me parece que es un error hablar de tragedia. Claramente, es un accidente absolutamente evitable, y que tiene que ver con una forma en la que se para el estado respecto con ciertos temas. Hay una actividad económica que los motores económicos de Buenos Aires, la construcción. El Estado debe determinar cómo esa actividad se va dando. No comparto eso que dicen algunos de que hay que detener la construcción. Lo que hay que hacer es determinar qué perfil de ciudad se quiere y cómo, a partir de eso, el estado interviene, y no dejarlo librado a los desarrolladores inmobiliarios o los pozos de fideicomisos. La cabeza de los privados no la vamos a cambiar, su objetivo es ganar la mayor rentabilidad posible, por eso hace dos subsuelos donde tiene habilitado uno, o hace una casa donde tiene una terraza. El problema es cómo actúa el estado en esas situaciones, y cómo lo hace más allá de este caso puntual, que no lo es tanto, porque hay 23 derrumbes en los últimos cuatro años en la Ciudad, 13 solamente este año. Tenemos un problema: la voracidad de la rentabilidad inmobiliaria hace que haya funcionarios que, de cualquier forma, firman autorizaciones para hacer obras que después traen consecuencias, como en esta caso, que comprometen bienes personales, pero en otros casos son vidas. El caso más parecido a este es el del gimnasio de Villa Urquiza, casi calcado, y allí sí hubo daños irreparables. Lo que determina esto es el perfil de ciudad que se quiere tener, y eso se hace a partir de la intervención del Estado.
Lo de poner la responsabilidad en los privados se refleja en una frase de Horacio Rodríguez Larreta, eso de “no podemos poner un inspector por obra”. Pero no parece ser ese el único problema.
No, porque además es un debate falso. Nadie se imagina tener un inspector en cada obra. El Estado de la Ciudad funciona con dos parámetros en este tema: uno, es el control. Estamos ante un caso que tiene una normativa clara. En otros casos, en la ciudad, a veces es difícil encontrar la normativa, la regla, la forma de llevar adelante una obra en particular. Ahora, para el tema de las excavaciones, hace un año que la Legislatura hizo una ley, que habla de plazos, de porcentajes de excavación, en la que a partir del 10 por ciento hay que hacer una habilitación, cuando se continúa y se llega al 50 por ciento, tiene que estar presente otro inspector en el momento de llevar a delante el trabajo. Es decir: la norma es clara. Y ni siquiera un estudiante de primer año de derecho puede decir que, como la ley no está reglamentada, no está vigente; es absolutamente operativa a partir de la promulgación. Me parece que lo que esconde Rodríguez Larreta es la discusión real sobre esta circunstancia. Hay que tener un control que sea eficiente, si no, no es control, termina siendo una parodia que solo sirve para que hagamos como que se controla, pero no se controla nada. Y después sí tiene que haber una sanción ejemplificadora. Son dos variables que corren en conjunto, pero son bien diferentes. Si, claramente, como dijo Macri, fueron siete veces a inspeccionar, o hubo una negligencia en la inspección o algún problema hubo, porque el edificio se derrumbó, no es que hubo un desprendimiento o una rajadura. Los vecinos hicieron tres denuncias, la UOCRA hizo una más. Estamos hablando de una situación grave, hablamos de una negligencia mayor del Estado que estuvo allí. Después, sí me parece que, si hubo un responsable técnico inescrupuloso, que firmó cualquier cosa, sí es necesario ponerle en riesgo la matrícula. Ahora: además de la sanción y de caerle muy fuerte al privado, el Estado tiene que hacerse responsable, porque es el que determina cómo se desarrolla una ciudad. Acá no están solo en juego las consecuencias de ese desarrollo, sino que está en juego también el cómo se desarrolla inmobiliariamente Buenos Aires. Y ahí está la idea de que el plan urbano de la Ciudad de Buenos Aires no sea un parche, está el hecho de que la fisonomía de la ciudad no cambie por un tipo de construcción que, además, está cada vez más en debate.
¿A qué te referís con que es un modelo de construcción en debate?
Si uno ve el tipo de construcción que se hace acá, se tiene la impresión de que la inversión que se hace es más para ingresar al sistema formal de la economía fondos que vienen de otro lado, que para encontrar un mercado cierto. Es un tipo de construcción muy cercana al segmento ABC1 premium, para la que es muy difícil encontrar mercado. Si hoy alguien quiere comprar un departamento de dos ambientes en Almagro, típico barrio de clase media, está valuado en unos 70 mil dólares. No estamos hablando de un departamento de calidad, ni con servicios extras. Y si esa persona va al Banco Ciudad, que debiera ser el de la tarea más agresiva en crédito hipotecario, ese grupo familiar tiene que ganar 11 mil pesos por mes. Y la cuota sería de 4400, cuando el salario promedio del asalariado en blanco en la ciudad es de 4100 pesos. La línea de crédito hipotecario deja afuera al 82 por ciento de los porteños. Me parece que eso es lo que hay que analizar, más allá del momento del accidente, de las responsabilidades políticas que hay que evaluar, las judiciales. Lo que hay que discutir es cómo esta ciudad se desarrolla, porque si no, eso lo determina el mercado, y cuando eso pasa, lo que busca es ganar plata, no tiene otro objetivo que ese.
¿Y cómo se hace?
Lo primero, es que la Ciudad de Buenos Aires tiene un problema de acceso al crédito, que tiene que ver también con que el tipo de vivienda que se construye no es accesible para los que viven en la ciudad. La ciudad tiene un problema grave en su hábitat. Cuando nos visitó la relatora de la ONU en el tema de vivienda, habló de casi 500 mil personas con problemas habitacionales. Y esto no es sólo carencia de construcción de vivienda social, es política de hábitat en general. Si se tienen dos herramientas, el Instituto de la Vivienda, que no gasta la plata que tiene, y el banco Ciudad, que hace líneas de crédito que están dirigidas a una población que no vive acá, tenés un grave problema de vivienda, que crece con los años. Cualquier gobierno que venga, con un signo político diferente a este, va a tener que hacer un shock de inversión en esa materia muy importante, para recuperar una política de vivienda activa. A partir de eso, determinar el tipo de construcción que vamos a tener, que hoy lo determina el valor de suelo: si de Rivadavia para el norte no queda un solo espacio vacío para construir, ni un espacio verde para hacer de pulmón de la zona, y par el sur de la ciudad, cuesta todavía encontrar el sentido productivo de la zona, el modelo industrial, la forma en la que se va a desarrollar económica, productiva y ediliciamente, queda claro que ahí falta el Estado para determinar eso. Me encantaría que el Estado de la ciudad fuera mucho más agresivo para que un tipo de construcción vaya al sur, para que quien decida tomar un crédito a una tasa subsidiada, tenga que elegir vivir en esa zona, porque eso también nos va a permitir darle un sentido al sur de la Ciudad.
Eso compone, además, un modelo regresivo de distribución de la riqueza. El valor diferencial del suelo entre norte y sur también amplía la brecha económica entre ambas zonas.
Sí, y además es un parámetro que está presente en todas las circunstancias: claramente, los servicios que presta la ciudad son de una calidad en el norte, y otra en el sur; la recolección de residuos es distinta, el proceso de luminarias y arreglo de veredas, el acceso a las vacantes en escuela primaria y media. Se está construyendo una ciudad en doble standar, y se ve con los mismos informes que manda el gobierno. Uno, señala que quien nace en un hogar de tercera generación, en el que el padre no estaba formalizado en la educación media, es muy difícil que se incorpore a ese nivel de escolaridad; ahora, es doblemente difícil si nació en la zona sur, porque no están ni las condiciones edilicias de habitabilidad de la vivienda que tiene, ni las condiciones familiares que le permitan acceder y tampoco está el Estado, trabajando sobre esas circunstancias. Por supuesto, esto no es una situación de cuatro años. Uno siente que el gobierno de Macri viene en una desiniversión importante, pero este retrazo histórico tiene muchos más años. Hace muchos años que nos olvidamos de generar una ciudad que crezca dee manera homogénea, y nos bancamos vivir en este doble standar de ciudad, que tiene sus mejores servicios, su mejor educación, en una franja de la ciudad que se manifiesta con el ingreso per cápita, con los programas de vivienda. La comuna 8, la del Indoamericano, tiene el 27 por ciento de sus hogares en situación de hacinamiento. En la comuna 14 baja, al 4. El 25 por ciento de la 8 tiene problemas de empelo, el promedio de la ciudad baja al 5 por ciento. Es muy difícil seguir desarrollando una ciudad de esa manera, porque no van a alcanzar los mecanismos, si esto no se da vuelta con un estado que invierta fuerte y que acompañe la actividad económica.
Este es una caso que podría mirarse desde una perspectiva de la seguridad urbana un poco más amplia de la que maneja, a veces, el Gobierno de la Ciudad; más comunitaria y menos policial. ¿Qué opinión te merece eso?
Me parece que ahí hay una concepción que en el Gobierno de la Ciudad estuvo en disputa y en tensión. Yo reivindico la voluntad política que tuvo para la creación de la Metropolitana, que fue una voluntad política fuerte y, además, era una decisión que tenía sus costos, que asumieron, y la llevaron adelante. Por supuesto que no concuerdo en nada con quien eligieron para conducirla en ese momento, el ex comisario Palacios, que tiñó la organización de tal forma que perdimos una posibilidad histórica. Ahora, el hecho de que la Ciudad tenga su policía y que la conduzca quien todos los porteños votamos, creo que es un paso importante. Pero reducir todos los problemas de la seguridad ciudadana solamente a la policía, es mirar una parte muy chiquita del problema. El tema de la seguridad en Buenos Aires, con el diagnóstico que hacíamos recién, es muy difícil. Porque la ciudad más segura es la más justa, y esta ciudad se está construyendo de manera injusta. Cuando se ven las consecuencias que tiene la falta de acceso a la vivienda en la zona sur, como en el Parque Indoamericano, o en Parque Chacabuco, o en los conflictos de los conventillos de La Boca, se ve que eso también genera inseguridad, porque demuestra que, como sociedad, la igualdad de oportunidades está lejos de concretarse. Por supuesto que hay que tener una política para una de las agencias, que es la policía. Pero también hay que tener una política para la respuesta multicausal que tiene el problema de seguridad, con todas las herramientas que el estado tiene. Si hubiéramos logrado, en el sur de la ciudad, que las 167 mil personas que viven en villas miserias se crucen con sus otros vecinos, abriendo calles, creando centros culturales, generando espacios de interacción, sería mucho más fácil que hoy no haya una suerte de enfrentamiento velado entre una clase media empobrecida, que vive en núcleo habitacional, y los que viven en un asentamiento precario o una villa. Eso también se construye con herramientas que inciden en los modelos de seguridad ciudadana. Creo que es muy auspiciosa la política de la Ministra Garré con respecto a eso, por lo por ejemplo, en la conducción política de la fuerza; claramente, la ciudad y la Argentina tienen un problema, como lo tienen en general todos los espacio urbanos de Latinoamérica, que es una conflictividad importante. Por supuesto, mucho menos de lo que reflejan muchos medios, pero sí que es importante. La mejor manera de enfrentar esa conflictividad, primero, es reconociéndola, y asumiendo que las soluciones a los problemas de la seguridad los tiene que dar la política, que no puede traspasarle esa responsabilidad a la policía. A la policía hay que conducirla; con política, con participación, con espacios democráticos y con modernización.
¿Cómo evaluás la respuesta del Gobierno de la Ciudad después del hecho?
La ciudad tiene organismos de respuesta en emergencia que son reconocidos internacionalmente: la Guardia de auxilio, Defensa Civil, la DIRE. Es gente muy capacitada que pone el hombro en estas circunstancias, por lo que, en esa respuesta, la ciudad está bien. El problema, más allá de la respuesta, es que no hay que llegar a esa instancia. Me parece que lo lamentable son las declaraciones de Montenegro y Rodríguez Larreta, porque, más allá de que alguno quiera hacer política con esto, cuando uno se hace funcionario público, tiene que asumir las responsabilidades políticas que tiene. Claramente, el sistema de la Agencia de Control, para este tipo de obras, ya fracasó. Tenemos que pensar en otro mecanismo, para que el control realmente sea efectivo porque, después, el daño es irreparable.
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¿En qué medida el derrumbe es un caso aislado, en qué medida es un accidente y en qué medida es un problema más general de la Ciudad?
Me parece que es un error hablar de tragedia. Claramente, es un accidente absolutamente evitable, y que tiene que ver con una forma en la que se para el estado respecto con ciertos temas. Hay una actividad económica que los motores económicos de Buenos Aires, la construcción. El Estado debe determinar cómo esa actividad se va dando. No comparto eso que dicen algunos de que hay que detener la construcción. Lo que hay que hacer es determinar qué perfil de ciudad se quiere y cómo, a partir de eso, el estado interviene, y no dejarlo librado a los desarrolladores inmobiliarios o los pozos de fideicomisos. La cabeza de los privados no la vamos a cambiar, su objetivo es ganar la mayor rentabilidad posible, por eso hace dos subsuelos donde tiene habilitado uno, o hace una casa donde tiene una terraza. El problema es cómo actúa el estado en esas situaciones, y cómo lo hace más allá de este caso puntual, que no lo es tanto, porque hay 23 derrumbes en los últimos cuatro años en la Ciudad, 13 solamente este año. Tenemos un problema: la voracidad de la rentabilidad inmobiliaria hace que haya funcionarios que, de cualquier forma, firman autorizaciones para hacer obras que después traen consecuencias, como en esta caso, que comprometen bienes personales, pero en otros casos son vidas. El caso más parecido a este es el del gimnasio de Villa Urquiza, casi calcado, y allí sí hubo daños irreparables. Lo que determina esto es el perfil de ciudad que se quiere tener, y eso se hace a partir de la intervención del Estado.
Lo de poner la responsabilidad en los privados se refleja en una frase de Horacio Rodríguez Larreta, eso de “no podemos poner un inspector por obra”. Pero no parece ser ese el único problema.
No, porque además es un debate falso. Nadie se imagina tener un inspector en cada obra. El Estado de la Ciudad funciona con dos parámetros en este tema: uno, es el control. Estamos ante un caso que tiene una normativa clara. En otros casos, en la ciudad, a veces es difícil encontrar la normativa, la regla, la forma de llevar adelante una obra en particular. Ahora, para el tema de las excavaciones, hace un año que la Legislatura hizo una ley, que habla de plazos, de porcentajes de excavación, en la que a partir del 10 por ciento hay que hacer una habilitación, cuando se continúa y se llega al 50 por ciento, tiene que estar presente otro inspector en el momento de llevar a delante el trabajo. Es decir: la norma es clara. Y ni siquiera un estudiante de primer año de derecho puede decir que, como la ley no está reglamentada, no está vigente; es absolutamente operativa a partir de la promulgación. Me parece que lo que esconde Rodríguez Larreta es la discusión real sobre esta circunstancia. Hay que tener un control que sea eficiente, si no, no es control, termina siendo una parodia que solo sirve para que hagamos como que se controla, pero no se controla nada. Y después sí tiene que haber una sanción ejemplificadora. Son dos variables que corren en conjunto, pero son bien diferentes. Si, claramente, como dijo Macri, fueron siete veces a inspeccionar, o hubo una negligencia en la inspección o algún problema hubo, porque el edificio se derrumbó, no es que hubo un desprendimiento o una rajadura. Los vecinos hicieron tres denuncias, la UOCRA hizo una más. Estamos hablando de una situación grave, hablamos de una negligencia mayor del Estado que estuvo allí. Después, sí me parece que, si hubo un responsable técnico inescrupuloso, que firmó cualquier cosa, sí es necesario ponerle en riesgo la matrícula. Ahora: además de la sanción y de caerle muy fuerte al privado, el Estado tiene que hacerse responsable, porque es el que determina cómo se desarrolla una ciudad. Acá no están solo en juego las consecuencias de ese desarrollo, sino que está en juego también el cómo se desarrolla inmobiliariamente Buenos Aires. Y ahí está la idea de que el plan urbano de la Ciudad de Buenos Aires no sea un parche, está el hecho de que la fisonomía de la ciudad no cambie por un tipo de construcción que, además, está cada vez más en debate.
¿A qué te referís con que es un modelo de construcción en debate?
Si uno ve el tipo de construcción que se hace acá, se tiene la impresión de que la inversión que se hace es más para ingresar al sistema formal de la economía fondos que vienen de otro lado, que para encontrar un mercado cierto. Es un tipo de construcción muy cercana al segmento ABC1 premium, para la que es muy difícil encontrar mercado. Si hoy alguien quiere comprar un departamento de dos ambientes en Almagro, típico barrio de clase media, está valuado en unos 70 mil dólares. No estamos hablando de un departamento de calidad, ni con servicios extras. Y si esa persona va al Banco Ciudad, que debiera ser el de la tarea más agresiva en crédito hipotecario, ese grupo familiar tiene que ganar 11 mil pesos por mes. Y la cuota sería de 4400, cuando el salario promedio del asalariado en blanco en la ciudad es de 4100 pesos. La línea de crédito hipotecario deja afuera al 82 por ciento de los porteños. Me parece que eso es lo que hay que analizar, más allá del momento del accidente, de las responsabilidades políticas que hay que evaluar, las judiciales. Lo que hay que discutir es cómo esta ciudad se desarrolla, porque si no, eso lo determina el mercado, y cuando eso pasa, lo que busca es ganar plata, no tiene otro objetivo que ese.
¿Y cómo se hace?
Lo primero, es que la Ciudad de Buenos Aires tiene un problema de acceso al crédito, que tiene que ver también con que el tipo de vivienda que se construye no es accesible para los que viven en la ciudad. La ciudad tiene un problema grave en su hábitat. Cuando nos visitó la relatora de la ONU en el tema de vivienda, habló de casi 500 mil personas con problemas habitacionales. Y esto no es sólo carencia de construcción de vivienda social, es política de hábitat en general. Si se tienen dos herramientas, el Instituto de la Vivienda, que no gasta la plata que tiene, y el banco Ciudad, que hace líneas de crédito que están dirigidas a una población que no vive acá, tenés un grave problema de vivienda, que crece con los años. Cualquier gobierno que venga, con un signo político diferente a este, va a tener que hacer un shock de inversión en esa materia muy importante, para recuperar una política de vivienda activa. A partir de eso, determinar el tipo de construcción que vamos a tener, que hoy lo determina el valor de suelo: si de Rivadavia para el norte no queda un solo espacio vacío para construir, ni un espacio verde para hacer de pulmón de la zona, y par el sur de la ciudad, cuesta todavía encontrar el sentido productivo de la zona, el modelo industrial, la forma en la que se va a desarrollar económica, productiva y ediliciamente, queda claro que ahí falta el Estado para determinar eso. Me encantaría que el Estado de la ciudad fuera mucho más agresivo para que un tipo de construcción vaya al sur, para que quien decida tomar un crédito a una tasa subsidiada, tenga que elegir vivir en esa zona, porque eso también nos va a permitir darle un sentido al sur de la Ciudad.
Eso compone, además, un modelo regresivo de distribución de la riqueza. El valor diferencial del suelo entre norte y sur también amplía la brecha económica entre ambas zonas.
Sí, y además es un parámetro que está presente en todas las circunstancias: claramente, los servicios que presta la ciudad son de una calidad en el norte, y otra en el sur; la recolección de residuos es distinta, el proceso de luminarias y arreglo de veredas, el acceso a las vacantes en escuela primaria y media. Se está construyendo una ciudad en doble standar, y se ve con los mismos informes que manda el gobierno. Uno, señala que quien nace en un hogar de tercera generación, en el que el padre no estaba formalizado en la educación media, es muy difícil que se incorpore a ese nivel de escolaridad; ahora, es doblemente difícil si nació en la zona sur, porque no están ni las condiciones edilicias de habitabilidad de la vivienda que tiene, ni las condiciones familiares que le permitan acceder y tampoco está el Estado, trabajando sobre esas circunstancias. Por supuesto, esto no es una situación de cuatro años. Uno siente que el gobierno de Macri viene en una desiniversión importante, pero este retrazo histórico tiene muchos más años. Hace muchos años que nos olvidamos de generar una ciudad que crezca dee manera homogénea, y nos bancamos vivir en este doble standar de ciudad, que tiene sus mejores servicios, su mejor educación, en una franja de la ciudad que se manifiesta con el ingreso per cápita, con los programas de vivienda. La comuna 8, la del Indoamericano, tiene el 27 por ciento de sus hogares en situación de hacinamiento. En la comuna 14 baja, al 4. El 25 por ciento de la 8 tiene problemas de empelo, el promedio de la ciudad baja al 5 por ciento. Es muy difícil seguir desarrollando una ciudad de esa manera, porque no van a alcanzar los mecanismos, si esto no se da vuelta con un estado que invierta fuerte y que acompañe la actividad económica.
Este es una caso que podría mirarse desde una perspectiva de la seguridad urbana un poco más amplia de la que maneja, a veces, el Gobierno de la Ciudad; más comunitaria y menos policial. ¿Qué opinión te merece eso?
Me parece que ahí hay una concepción que en el Gobierno de la Ciudad estuvo en disputa y en tensión. Yo reivindico la voluntad política que tuvo para la creación de la Metropolitana, que fue una voluntad política fuerte y, además, era una decisión que tenía sus costos, que asumieron, y la llevaron adelante. Por supuesto que no concuerdo en nada con quien eligieron para conducirla en ese momento, el ex comisario Palacios, que tiñó la organización de tal forma que perdimos una posibilidad histórica. Ahora, el hecho de que la Ciudad tenga su policía y que la conduzca quien todos los porteños votamos, creo que es un paso importante. Pero reducir todos los problemas de la seguridad ciudadana solamente a la policía, es mirar una parte muy chiquita del problema. El tema de la seguridad en Buenos Aires, con el diagnóstico que hacíamos recién, es muy difícil. Porque la ciudad más segura es la más justa, y esta ciudad se está construyendo de manera injusta. Cuando se ven las consecuencias que tiene la falta de acceso a la vivienda en la zona sur, como en el Parque Indoamericano, o en Parque Chacabuco, o en los conflictos de los conventillos de La Boca, se ve que eso también genera inseguridad, porque demuestra que, como sociedad, la igualdad de oportunidades está lejos de concretarse. Por supuesto que hay que tener una política para una de las agencias, que es la policía. Pero también hay que tener una política para la respuesta multicausal que tiene el problema de seguridad, con todas las herramientas que el estado tiene. Si hubiéramos logrado, en el sur de la ciudad, que las 167 mil personas que viven en villas miserias se crucen con sus otros vecinos, abriendo calles, creando centros culturales, generando espacios de interacción, sería mucho más fácil que hoy no haya una suerte de enfrentamiento velado entre una clase media empobrecida, que vive en núcleo habitacional, y los que viven en un asentamiento precario o una villa. Eso también se construye con herramientas que inciden en los modelos de seguridad ciudadana. Creo que es muy auspiciosa la política de la Ministra Garré con respecto a eso, por lo por ejemplo, en la conducción política de la fuerza; claramente, la ciudad y la Argentina tienen un problema, como lo tienen en general todos los espacio urbanos de Latinoamérica, que es una conflictividad importante. Por supuesto, mucho menos de lo que reflejan muchos medios, pero sí que es importante. La mejor manera de enfrentar esa conflictividad, primero, es reconociéndola, y asumiendo que las soluciones a los problemas de la seguridad los tiene que dar la política, que no puede traspasarle esa responsabilidad a la policía. A la policía hay que conducirla; con política, con participación, con espacios democráticos y con modernización.
¿Cómo evaluás la respuesta del Gobierno de la Ciudad después del hecho?
La ciudad tiene organismos de respuesta en emergencia que son reconocidos internacionalmente: la Guardia de auxilio, Defensa Civil, la DIRE. Es gente muy capacitada que pone el hombro en estas circunstancias, por lo que, en esa respuesta, la ciudad está bien. El problema, más allá de la respuesta, es que no hay que llegar a esa instancia. Me parece que lo lamentable son las declaraciones de Montenegro y Rodríguez Larreta, porque, más allá de que alguno quiera hacer política con esto, cuando uno se hace funcionario público, tiene que asumir las responsabilidades políticas que tiene. Claramente, el sistema de la Agencia de Control, para este tipo de obras, ya fracasó. Tenemos que pensar en otro mecanismo, para que el control realmente sea efectivo porque, después, el daño es irreparable.
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