UN CANDIDATO IMPROBABLE

Si yo fuera Presidente

Gobernar es, sin dudas, arriesgarse. Es poner la piel y el alma en una tarea que muchas veces es ingrata y obviamente los problemas y los sinsabores suelen ser más que las alegrías.

Mariano Heller
Hago política desde los 18 años. Mas de la mitad de mi vida haciendo política. Casi todos los que participamos o hemos participado de la vida política de un país soñamos en algún momento con ser presidentes. Creo que a mí se me pasó bastante ese sueño. No tengo del todo claro si es porque ya no tengo ninguna chance de que ello suceda o porque simplemente se me pasó. Pero de todos modos siempre tuve ganas de esbozar qué haría si fuera presidente y lo expondré a continuación. Lo haré un poco porque me divierte y otro poco para darles la chance de decirme naive, ingenuo, defensor de la Heidi politik y demás calificaciones que gusten utilizar.

Si no vieron la serie The West Wing, les ruego como ya hice en otras oportunidades, que lo hagan. No hay serie en la historia que refleje el lado idealista y altruista de la política mejor que ella. Hay algo muy honorable y respetable en hacer política. Tener vocación por lo público, tener ganas de mejorar la vida de la mayor cantidad de gente posible. No todos los que hacemos política estamos para vivir de la teta estado o para obtener beneficios personales aunque lamentablemente muchos lo hagan pura y exclusivamente para eso.

Intentaré no spoilear, pero en The West Wing, el candidato demócrata a suceder al presidente Jed Bartlet (el presidente que todos desearíamos tener) dice que quiere ser el presidente de la educación y yo sin dudas empezaría por ahí. Podemos arrancar con un festival de frases hechas del estilo “solo la educación nos hará libres” o cosas así. Pero ¿saben qué? Es cierto. Y recuperar la educación en la Argentina debería ser el punto de partida para cualquier proyecto político que piense el país a mediano y largo plazo. Y poner la educación como prioridad, que quede claro, no implica tirar plata encima del problema y esperar a que se solucione solo. Esto quedó muy claro durante la “década ganada”. Implica definir nuevas prioridades y hacer un trabajo de planificación estratégica con metas e indicadores que nos permitan evaluar políticas. Todo lo contrario a lo que se viene haciendo hasta ahora.

Continúo, pero antes querido lector, le pido que no se enoje si no explico cómo solucionaría cada problema. Esto no es una plataforma política ni un plan de gobierno. Es simplemente el básico esbozo de algunas ideas madre para un candidato inexistente y sumamente improbable.

Todo gobierno tiene su propio “relato”. Algunos han resultado simplemente adaptaciones algo más simpáticas de la realidad y otros creaciones de realidades virtuales alternativas demenciales.



Tal vez canse con mi constante referencia a la Constitución Nacional, pero mucho no me preocupa que a alguno le genere hastío. De hecho arrancaría repitiendo muchas veces el artículo 1ero que dice que “La Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa, republicana y federal”. Con el concepto de representativo no tenemos mayores inconvenientes. No deliberamos ni gobernamos sino por medio de nuestros representantes. Pero el resto de los conceptos han generado sobre todo los últimos años varios inconvenientes. En cuanto al federalismo, deberíamos decidirnos. No funcionamos como un país federal y lo poco que nos queda del concepto lo hemos ido debilitando con cada vez más ahínco. Es uno de los problemas graves a resolver para que las provincias recuperen vigor y dejen de depender cada vez más de la lapicera y la billetera de Buenos Aires.
 
Literalmente le dedico un párrafo aparte al sistema republicano. Ser republicanos implica muchas cosas, pero su tronco central pasa por respetar la división de poderes. Hacer valer esos frenos y contrapesos previstos en nuestra ley fundamental que nos permitirían un equilibrio entre fuerzas y controles cruzados. Sería este respeto uno de mis horizontes fundamentales.

Todo gobierno tiene su propio “relato”. Algunos han resultado simplemente adaptaciones algo más simpáticas de la realidad y otros creaciones de realidades virtuales alternativas demenciales. Perdón por la enorme obviedad que voy a afirmar. A la gente hay que decirle la verdad. No sólo porque es lo correcto, sino porque es la única manera de enfrentar los problemas para tratar de solucionarlos. No hablo de contar absolutamente todo, pero sí transmitirle a la gente lo que está sucediendo sin montar las farsas y puestas en escena a las que nos tienen acostumbrados en este país.

Quisiera meterme de lleno a hablar de políticas sociales, salud, empleo, medidas económicas e impositivas, pero recordemos que intento que esta columna sea solo conceptual. En este sentido, mencionaré sólo una idea madre. Creo firmemente en un estado que acompañe y ayude a los que menos tienen y a los que estén en situaciones de vulnerabilidad, pero creo que esa ayuda debe basarse en programas que generen empleo privado genuino que los pueda insertar en el sistema y no paliativos transitorios que solamente sirvan como solución momentánea que los tenga agarrados a un puntero o a plan social.

Gobernar es sin dudas arriesgarse. Es poner la piel y el alma en una tarea que muchas veces es ingrata y obviamente los problemas y los sinsabores suelen ser más que las alegrías.



Hace un par de semanas que lo vengo diciendo en distintas columnas y por distintos temas y volveré a repetirlo. Otra premisa fundamental de alguien que quiera gobernar este país con algo de éxito, es generar un sistema de premios y castigos que funcione. Lograr que el respeto por las normas sea la regla y no la excepción requiere que se empiece a incentivar a quienes cumplan con la ley y a castigar a quienes no lo hagan. Hoy sucede todo lo contrario. Esto por supuesto incluye a la corrupción con la que hay que ser implacables no sólo de la boca para afuera, tarea que requiere profundas reformas en el poder judicial para que pueda actuar con libertad e independencia.

Termino con otra obviedad, estimado lector, le ruego me disculpe. Gobernar es sin dudas arriesgarse. Es poner la piel y el alma en una tarea que muchas veces es ingrata y obviamente los problemas y los sinsabores suelen ser más que las alegrías. Pero más allá de lo difícil que sea en muchos casos o de los consejos de cualquier asesor de imagen, necesitamos gobernantes que den la cara. Gobernantes que se hagan cargo no sólo de sus obras y de sus propuestas sino de sus errores y las problemas que puedan acarrear. Ante la adversidad hay que dar la cara. No importa si es por una tragedia ferroviaria o por jóvenes muertos en una fiesta electrónica. Esconderse nunca es una opción. Por más útil que resulte hacerlo hasta que la gente se vaya olvidando.

Entiendo que seguramente no les he cambiado la vida con estas líneas pseudo doñarosísticas. Tampoco era tan ambiciosa la intención. Pero al menos espero haberlos hecho reflexionar un poco sobre algunos temas basados en el sentido común y que completan el panorama de la Argentina que me gustaría que alguna vez se hiciera realidad. Mientras tanto, si les gustó y me ven alguna vez como candidato, vótenme. No sean menesterosos.

COMENTARIOS