OPINIÓN

El quid de la cuestión

La herencia recibida pone al Gobierno ante el desafío de actuar de cara los problemas del default, los subsidios que amenazan las cuentas nacionales y la falta de creación de empleo. Los resultados solo se verán a futuro.

Mariano Heller
Mi papá solía decirme, irónicamente por supuesto (no queremos que les dé un ataque a los literales de siempre), mejor rico y sano que pobre y enfermo. Obviamente esto aplica a todos los aspectos posibles, incluida la situación de un país.

Después del drama menemista y del desastre de la alianza, Argentina tocó fondo. Más pobre y enferma casi imposible. Entre las presidencias de Eduardo Duhalde y de Néstor Kirchner el país empieza a renacer, en parte porque había tocado fondo y en parte porque el contexto internacional (léase básicamente el precio de la soja y algún que otro comodity) nos empezaba a favorecer.

Jamás hice Nestorismo y no voy a empezar ahora, pero lo cierto es que algunas variables empezaron a acomodarse en aquella época, sobre todo las vinculadas a las grandes cuentas públicas. La famosa libretita en la que Néstor anotaba ingresos y egresos, sumada a este contexto favorable que recién mencionaba, hicieron que se genere un superávit que permitió que vivamos aquel despegue del pozo con mayor vigor.

Todo esto se fue modificando (para mal, sin dudas) en las dos presidencias de Cristina Fernández. No me pondré a analizar la política en las dos presidencias de CFK, ni los cientos de errores que creo se cometieron en ese aspecto. Pero en cuanto a los números, los fracasos fueron contundentes, inflación galopante, el peso devaluado, casi nula creación de empleo que no fuere en el Estado y las cuentas al rojo vivo.

Los cierto es que el Kirchnerismo en su versión Scioli perdió las elecciones, por poco, pero las perdió. Y ganó Cambiemos. No creo que mucha gente se haya sorprendido hasta ahora por las medidas económicas de los últimos meses, aunque donde se generan las mayores controversias, es respecto a la crudeza de las mismas y las contradicciones con las promesas campaña.

Debatimos hoy, aunque los resultados de las votaciones en el Congreso fueron muy contundentes, si está bien pagar una sentencia en contra y terminar o, al menos intentar hacerlo, con el problema de los fondos buitre. En este tema, hasta los economistas del candidato del Frente para la Victoria, admitieron la fuerte necesidad de resolverlo y sólo presentaron algunas disidencias marginales en cuanto a cómo se resolvió el tema.

En cualquier caso, aunque resulta siempre tentador, el quid de la cuestión no es echar culpas sino intentar salir de una situación compleja que incluye un default, inflación alta, atraso cambiario, tarifas con subsidios que comprometen las cuentas nacionales y falta de generación de empleo genuino.



Discutimos también si la decisión de devaluar fue correcta. Tampoco quedan muchas dudas respecto de este tema. Un evidente retraso cambiario nos había quitado competitividad para poder colocar nuestros productos en el exterior, lo cual generaba y sigue generando aún, un importante deterioro en las economías regionales. Podemos cuestionar si los porcentajes de devaluación son los correctos, pero una gran mayoría admite la necesidad de haberlo hecho. Por supuesto que el principal problema en este sentido ha sido una escalada inflacionaria similar, aunque algo menor, a la acaecida en la última devaluación grande impulsada por el ex ministro Kicillof.

Por último resta explayarse sobre el tema tarifas. Tuvimos un primer cimbronazo fuerte con el aumento de la tarifa de electricidad. Pero se viene en breve un combo explosivo que incluye agua, gas y por sobre todas las cosas, transporte. El impacto del gas con el invierno acercándose y del agua serán grandes, pero el más evidente será el del transporte. Pagamos los servicios cada uno o dos meses y obviamente nos preocupamos mucho en ese momento pero el tren, el colectivo, el subte, eventualmente algún taxi son cosas de todos los días y el golpe al humor social será seguramente mucho más visible. Sumémosle a esto que las promesas de campaña iban en sentido totalmente contrario.

Una cuestión que algunos plantean es que esto de ninguna manera hubiera sido así si Scioli hubiese ganado las elecciones. Imposible saberlo. Tenemos experiencia sobrada en candidatos que prometen una cosa y que luego se convierten en presidentes que hacen algo completamente distinto. Lo cierto es que el micromilitante Kirchnerista aprovecha cada ocasión que puede para culpar al votante de cambiemos de la situación económica, olvidándose de la herencia que nos deja la década ganada. Resulta incluso algo gracioso escuchar a algunos indignados porque se le echa la culpa al gobierno anterior cuando entre 2003 y 2015 todo lo que escuchamos fue que la culpa de todos nuestros males era responsabilidad del menemismo o de la alianza, gobiernos que la gran mayoría de dirigentes kirchneristas también integraron en algún momento.

En cualquier caso, aunque resulta siempre tentador, el quid de la cuestión no es echar culpas sino intentar salir de una situación compleja que incluye un default, inflación alta, atraso cambiario, tarifas con subsidios que comprometen las cuentas nacionales y falta de generación de empleo genuino. Algunos creemos que la búsqueda de soluciones para todos estos temas debería o al menos podría haber sido algo más gradual (el famoso gradualismo) para atenuar el impacto en los sectores más desprotegidos. Pero lo cierto es que había que actuar. Nos queda esperar el paso del tiempo para ver los resultados de estas medidas que incluso generan algunos cruces entre los distintos integrantes de Cambiemos. Veremos entonces si se da el escenario de despegue y crecimiento con recuperación del crédito internacional que espera el gobierno o el temido escenario de aumento de desocupación e inflación y por consiguiente, fuerte descontento social que anuncia la oposición. Lógicamente esperamos que sea la primera opción, pero los que me conocen saben, que el optimismo no es lo mío.

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