OPINIÓN

La deuda porteña que dejará la pandemia

En medio de la crisis, Larreta consiguió apoyo opositor para endeudar aún más a la Ciudad. Su sintonía con el Gobierno nacional no deja de mostrar la diferencia de modelos.

Werner Pertot


La pandemia deja postergadas muchas discusiones. Una de ellas, que se vivió la semana pasada en una sesión única por sus características en la Legislatura porteña, es si –tras la experiencia del gobierno nacional de Mauricio Macri- los Estados deben seguir recurriendo al endeudamiento de manera desmedida. Está claro que tomar deuda no es bueno o malo per se: depende para qué se la toma, en qué condiciones, y qué peso representa para una economía. La que contrajo Macri, claramente, se volvió impagable, y más en este mundo pandémico. Lo que no se llegó a discutir con todas las letras la semana pasada en la Legislatura es si el Gobierno porteño no podía recurrir a la reasignación de recursos antes que caer en el recurso siempre usado del PRO de endeudarse. En el Frente de Todos, primó la idea de mantener la cooperación entre los Gobiernos y dejar que cada uno ejecute su política, si bien buena parte del bloque dejó en claro que no coincidía con la decisión de Horacio Rodríguez Larreta de tomar más deuda.

Y es que la emergencia obtura los debates, pero no los elimina: cuando esto termine, no sabemos cómo reemergerá el mundo. Sí sabemos que no van a dejar de existir las diferencias políticas, porque surgen de distintas visiones sobre el mundo, y sobre las políticas públicas que se deben tomar para que las sociedades sean más igualitarias o más desiguales. Las distintas decisiones adoptadas por los gobiernos del mundo solo dejan en claro que esas diferencias existen siempre –porque existen distintos caminos a seguir, que implican conciliar intereses contrapuestos- y que tienen consecuencias muy palpables sobre la vida de las personas.

Todo esto queda solapado por la buena onda que se prodigan entre gobernantes, en un momento en que la sociedad no parecería tolerar disputas que serían vistas como mezquinas. Es por eso que el jefe de Gobierno, que en otros momentos se mostró muy duro con el peronismo, ahora asegura –como hizo en un reportaje en La Nación- que “a partir del virus no hay diferencias políticas”. Todos sabemos que esto no es real aunque, por supuesto, lo conveniente en un momento de crisis es que los gobiernos cooperen y no se estén tirando patadas por debajo de la mesa. Sobre Alberto Fernández, Larreta dijo: “Tenemos un vínculo de trabajo muy estrecho y cooperativo, tanto con él como con los gobernadores e intendentes de Pro del conurbano. Estuve días atrás con Grindetti, Jorge Macri, Garro, Montenegro, y también con intendentes del oficialismo. Trabajamos todos bien, en equipo”. No es extraño que Larreta mencione a los intendentes del PRO: son sus aliados en la disputa interna con el sector del PRO que quiere volver a la grieta.

Esta búsqueda de no colisionar se pudo ver también en la decisión que tomó el bloque del Frente de Todos ante el envío de dos proyectos de ley para endeudar más a la Ciudad. Pese a que buena parte no coincidían, terminaron votándolo. Lo que primó es la idea de no generar choques con el Gobierno porteño en un momento de extrema crisis. Solo los bloques de izquierda lo votaron en contra.

Las dos leyes que consiguió Larreta le permiten hacer crecer la deuda. En un caso, con la colocación de un bono por 150 millones de dólares que el Ministerio de Hacienda porteño pensaba ubicar a través del Banco Mundial o el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF). Además, se comprometieron a tratar de conseguir financiamiento en pesos y no en dólares, aunque la ley que le aprobaron  no los obliga a eso. Tampoco fueron atendidos algunos planteos de que la norma dijera el fin específico de esos fondos, si bien –nuevamente, de palabra- en el Gobierno porteño dijeron que serían usados solo para la crisis.

La segunda ley le permitió a Larreta duplicar la deuda con proveedores, lo que la elevará en 9000 millones de pesos. Todo esto responde a una política de salir a tomar deuda en la que el PRO es consecuente: en los ocho años de Macri multiplicó por cuatro la deuda de la Ciudad. Larreta hizo lo propio hasta que la crisis de financiamiento que los golpeó desde 2018 lo llevó a volcarse a vender tierras para financiarse. Ahora vuelve a tomar deuda. De nuevo, la decisión de financiarse con deuda no es buena o mala en sí misma: lo que se debe analizar es para que se la toma, con qué posibilidades de pagarla y cuanto pesa en la economía local. Y si no había alternativas mejores y menos gravosas. El ejemplo del Gobierno nacional de Macri 2015-2019 está muy presente en lo que es un mal uso del recurso del endeudamiento.

Nada de esto llegó a discutirse demasiado en una sesión en la Legislatura fuera del recinto, con los legisladores con barbijos y a distancia unos de otros, en fin, una sesión como nunca antes, en la que votaron hacer sesiones online de aquí en más. Es decir, con el terror biológico y viral imponiendo su velo sobre todas las discusiones. Si bien es cierto que algunos legisladores del Frente de Todos plantearon sus diferencias y que la izquierda cuestionó el endeudamiento, también lo es que la pandemia no dejó mucho lugar para una discusión más de fondo, que algún día tendrá que darse, porque las consecuencias económicas de la pandemia llegaron para quedarse. Y, si bien pueden dar lugar a un mundo que profundice las desigualdades, también son la posibilidad de repensar mucho de lo instituido y de la forma en que vivimos juntos.

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