TEATRO COMUNITARIO

Matemurga festejó sus 15 años

Nueva Ciudad estuvo charlando con Edith Scher, directora del grupo de teatro comunitario Matemurga, que se formó hace 15 años. Nos contó la historia de esta curiosa agrupación de vecinos artistas.

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El grupo de teatro comunitario Matemurga tiene su sede en Tres Arroyos 555, en el barrio de Villa Crespo, tras haber pasado por San Cristóbal. El grupo está compuesto por 60 vecinos, muchos de ellos no tenían experiencia artística antes de entrar a Matemurga.
 
¿Cómo nace Matemurga?

Surge hace 15 años, en aquellos tiempos yo era columnista de teatro en un programa de radio que se llamaba Mateamargo, el programa tenía una interesante convocatoria de oyentes, hacía notas a voces que no salían en otros lados, entonces armaban eventos con los oyentes, había una avidez muy grande, eran los años 2000-2001.
Yo venía sintiendo, quizás no muy conscientemente, que había algo en la práctica artística que era transformador, que tenía implicancias sociales, y yo tenía ganas de estar en ese campo, en ese lugar, porque venía haciendo crítica de teatro, en donde tenía una devolución de los oyentes, me llamaban, me escribían, pero no tenía la incidencia que yo creía, necesitaba, darle sentido a mi vida, hacer algo que tenga implicancias sociales.
Un día le pregunté al conductor del programa si podía hacer una murga con los oyentes y él me dijo que sí. Al principio había pensado en una murga teatral, siempre me gustó mucho cantar, canté en coros, codirigí la murga de FM La Tribu, La Redoblona, y me había quedado con esa necesidad.
 
¿Cómo fue la respuesta a la convocatoria?

Hicimos la convocatoria y conseguimos un lugar en un galpón de un centro cultural en San Cristóbal, en Entre Ríos y San Juan, se llamaba Matrix. Ahí funcionaba una de las asambleas de las tantas que funcionaban en esa época. Los domingos estaba libre y se podía utilizar el espacio.
Evidentemente había una gran necesidad, porque en la primera convocatoria que hicimos por la radio, vinieron 25 personas, algunas de las cuales todavía están en el grupo. La convocatoria primero fue a cantar, porque cantar era transformador, era una práctica que nos daba alegría, necesidad del otro, que nos emocionaba, nos juntaba.
 
¿En esa época había algo parecido?

En ese momento yo tenía mucho contacto con el grupo Catalinas Sur, con el Circuito Cultural Barracas, entonces empecé a conversar con ellos y Ademar Bianchi, que es el director de Catalinas, me dijo que lo que estaba haciendo era un grupo de teatro comunitario, porque estábamos en un territorio que, si bien no era un barrio, sino un programa de radio, estaba hecho por vecinos, estábamos contando una historia.
Ademar Bianchi observaba que ahí había un relato, y él estaba decidido a que se armaran muchos grupos de teatro comunitario en la Capital, porque, contrariamente a lo que sucede a veces, en lugar de quedarse con la originalidad de su creación, la idea era expandir, es algo que me transmitió, de hecho, ahora hago lo mismo, incluso fuera del país cuando tengo la oportunidad. Ahí hubo un viraje, era gracioso porque muchos que se habían animado a cantar les daba vergüenza actuar, hubo un tiempo de una gran adaptación.
Al día de hoy, si bien somos un grupo de teatro, tiene una porción musical y vocal muy importante dentro de su producción que obedece a una tendencia mía de contar así, pero también a características del teatro comunitario porque esas escenas canción generan un fuerte nosotros, una sensación de nosotros, un teatro épico, no un teatro de protagonistas individuales, historias de todos, de un nosotros, barriales o no pero donde el nosotros es muy fuerte.
 
¿Cómo llegan a Villa Crespo?

Fuimos cambiando de lugar, nos separamos del programa porque los intereses eran divergentes, empezaba a entrar al grupo gente que no era oyente del programa, era difícil seguir pegados y nos fuimos de ahí. Al mismo tiempo, los otros grupos que se iban formando nos preguntabas “¿ustedes de que barrio son?”, en algún momento me di cuenta que el tema de la territorialidad, la identidad barrial y echar raíces en algún lugar, aunque no hubiésemos nacido allí, era importante para crecer.
Empezamos a ensayar en el Club Atlanta de Villa Crespo, de alguna manera nos empezamos a asentar en este barrio, también ensayamos en la Escuela Andrés Ferreyra, en la plaza 24 de Septiembre, mientras el clima lo permitía, y empezó a venir gente del barrio. Entonces decidimos alquilar un lugar.
Empezamos a buscar, con toda una crisis interna, con compañeros que se fueron, finalmente encontramos este lugar, que es de una compañera y que nos hizo un buen precio porque necesitaba algunas reformas. Hoy nos queda chico, porque somos mucho, tenemos una orquesta, hay espectáculos que ocupan un espacio tan grande que no nos entra la escenografía para ensayar acá, entonces tenemos que pedir prestado un patio de escuela o un club.
 
¿Cómo era la relación con otros grupos de teatro comunitario?

Aprendí mucho de mis maestros, de Ademar Bianchi y Ricardo Talento, y de otros compañeros que formaron parte de la Red, de otros barrios. Nos juntábamos y conversábamos sobre los problemas y las dificultades y también de los logros, compartíamos convocatorias a subsidios para que todos estemos enterados y nadie se queda con la información para sí.
Un día Talento me dijo algo que me quedó y siempre digo en el grupo, incluso ahora que vuelven épocas donde la gente empieza a tener miedo, otra vez, de no poder, y que fue: “nosotros tenemos que proyectar algo y después vemos cómo vamos hacia ahí” y no: “dado que tenemos tanto dinero, hacemos con lo que tenemos”, porque si no nunca soñás, además somos muchos, no es que yo sola tengo que conseguir las cosas.
Así fuimos cumpliendo un montón de objetivos, poniendo el sueño adelante y tratando de ver si somos muchos cómo conseguirlo.
 
¿Cómo se financia Matemurga?

Un poco con una cuota que pagamos cada uno, con las gorras de los espectáculos, con rifas, donaciones. Tenemos algo que se llama amigos de Matemurga que el que puede aporta un dinero por mes. También nos presentamos a subsidios, que a veces salen y a veces no. En estos años aprendimos a escribir los proyectos.
En 2014 junto a toda la Red de CABA, que somos once grupos, logramos que se modificara la ley de Proteatro, a través de una presentación que hizo Gabriela Alegre, entonces legisladora, para modificar la ley y que se incluya al teatro comunitario. Ahora, tenemos un subsidio, que no es automático, hay que presentar un proyecto y rendirlo, pero por ley nos corresponde. Desde ya no alcanza para cubrir el alquiler, los gastos de la asociación civil, los sueldos de algunas personas.
 
¿Cuál es el objetivo de Matemurga?

A mí lo que más me interesa de todo esto es lo que pasa desde la práctica artística, que es el eje de todo. El arte no es una herramienta o una especie de soporte en al cual se transmiten contenidos importantes, sino la práctica artística es transformadora en sí misma. Juntarse a cantar juntos, a actuar juntos, a desdisciplinar el cuerpo, de manera colectiva, no que cada uno haga un taller, se lleve ese saber a su casa, sino para producir entre todos un hecho artístico que nos representa, eso nos transforma.
Todo lo que se cuenta en cada espectáculo es conversado, discutido y después, intentamos, poetizarlo, a través de una mirada profesional. Pero el concepto de teatro comunitario que llevamos adelante tiene que ver con la idea de que la práctica artística es ensanchadora del horizonte humano, no es un medio para cosas más importantes que él. Sino entramos en un problema donde nos quejamos del lugar que se le da al arte pero después lo ponemos como un instrumento, una herramienta y el arte tiene un potencial en sí mismo profundamente transformador, de valores, de modos de vida, de capacidad de soñar, si se le suma un modelo de gestión, tenemos algo que tiene una mirada política muy fuerte, no partidaria, pero sí política.
 
¿Qué espectáculos presentaron a lo largo de estos 15 años?

Tenemos tres espectáculos y estamos armando un cuarto. El primero se llama “La Caravana”, es una historia de la resistencia a partir de canciones de la memoria colectiva, empezamos a ensayar canciones de la Guerra Civil Española, de los partisanos italianos. Con el tiempo fui armando la dramaturgia y quedó “La Caravana”. Este año lo vamos a reponer por dos funciones y vamos a invitar a compañeros que ya no están en el grupo. Hicimos muchísimas funciones, en escuelas, teatros, en la calle, para organismos de derechos humanos. Se puede presentar en fragmentos, recopila un montón de canciones y trata de unirlas en una historia.
El segundo espectáculo de llama “Zumba la risa”, cuenta la historia de un barrio que perdió la risa, o que cree que ríe con la risa verdadera, pero ríe con una risa conquistada, que vendría a ser la risa que te propone el sistema, reírte del otro, burlarte del otro, tener la máscara de la risa, no reírse con el otro, no reírse del poder. Fue una historia que fuimos desarrollando. Un fotógrafo quiere sacar una foto y la gente saca una máscara, todo el argumento surge ante esa imposibilidad de no reír, con una mirada sobre la Argentina.
El tercer espectáculo se llama “Herido barrio”, partió de la sensación que teníamos en el barrio de que la gente ya no salía a la calle, de que las personas desconfiaban unas de las otras, que se encerraban bajo cuatro llaves, que las cosas sucedían delante de nuestros ojos, como en este caso una casa abandonada que hay en la cuadra y que pasaban cosas delante nuestro y que no nos enterábamos por vivir encerrados. Propuse como consigna traer relatos de cómo era el barrio de la infancia, con las diferentes infancias que hay en el grupo porque somos muchos y de diferentes edades. Empezó a aparecer algo que excedía lo individual, empecé a leerlo como una herida social, algo que necesitábamos y no estaba, que los cambios culturales en la Ciudad de Buenos Aires y en ciertos barrios, habían traído. Todo esto junto a que cada vez que hacíamos “Zumba la risa” en la calle había vecinos que venían muy agradecidos a pedirnos que hiciéramos más funciones y otros que nos odiaban porque cortábamos la calle 4 horas. Empezamos a ver un conflicto y una profunda necesidad de hacer algo juntos, entonces salió esto, además nos gusta mucho comer, juntamos eso que tanto nos gusta y nos pone en una situación comunitaria con un deseo de hacer un espectáculo con una herida, el espectáculo cuenta la espera, alguien que volvió al barrio después de 50 años y se escuchan ruidos en una casa abandonada e invitarlo a una cena con todos en la calle como antes, pero ya no es antes y sin embargo algo se produce.
 
¿Cómo se formó la orquesta?

Hacía mucho tiempo que queríamos armar una orquesta, pero no podíamos un poco porque se necesita un saber muy específico, yo soy música, pero hay que saber hacer arreglos de distintos instrumentos. Nuestra propuesta era integrar a todos, los que supieran y lo que no, igual que en el teatro, y tal vez alguien que tiene hace mucho un instrumento guardado en su casa y no toca, pero sabe tocar. Por otro lado, no pueden hacer todo las mismas personas, entonces Yamila Bavio, que vivió en Holanda mucho tiempo, estaba planeando volver, ella venía de visita todos los años y un año hicimos una prueba piloto con tres o cuatro temas, funcionó muy bien y cuando volvió definitivamente en 2015, asumió la dirección de la orquesta. Tiene los mismos principios que el grupo de teatro comunitario y la forman unas 30 personas. Se acerca gente que tal vez le da vergüenza actuar, se va ampliando la convocatoria.
 
¿Tienen otros grupos?

Tenemos un incipiente grupo de titiriteros, desde el año pasado empezamos con Sergio Ponce a ensayar. Tenemos deseos de este año presentar algo. Todo en Matemurga es para presentar, no para venir a tomar un taller y ya, es para construir algo y mostrarlo, por eso es tan transformador. Y los procesos que suceden en las personas con lo creativo las transforma mucho, porque además de su proceso individual está el marco que posibilita que se plasme en una producción colectiva y además posibilita ver a otros en la misma situación que hacen posible que con su presencia y entrega, todo eso se concrete en algún momento.
 
¿Cuándo cumplen 15 años y cómo los van a festejar?

Cumplimos el 18 de agosto. Por un lado, hicimos una fiesta central el sábado pasado en el Club Ciencia y Labor ubicado en el barrio de Villa Mitre. Pero, además, cada presentación de este año es en el marco de los 15 años, el concierto con el que abrimos los festejos en la calle, los reestrenos de “Herido barrio” y “La Caravana”.
Vamos a hacer una película y un libro de fotografías y seguramente a fin de año cerraremos con una función y fiesta en la calle.
 
¿Qué proyectos y sueños tienen para el futuro?

Tenemos una obra nueva, es la primera vez que voy a codirigir con alguien, con una compañera que es egresada de la carrera de dirección de la UNA, y que fue alumna mía en un taller. Esto es pensando en el futuro, en que haya más directores, no es que piense en retirarme, pero para que el proyecto siga creciendo, que no se agote en mí.
Un gran sueño que tenemos es pasar a un lugar más grande y abrir a la calle. Lo que tenemos ahora es una sede de ensayos, no es una sala de teatro, eso nos impide tener mayor crecimiento. Hay pocos espacios disponibles, es difícil con los emprendimientos inmobiliarios que hay en la Ciudad, los galpones se están comprando. Es un sueño, podríamos hacer que mucha más gente viva esto, al tener la puerta cerrada muchos vecinos no se enteran.
 
Contacto:
Sede: Tres Arroyos 555
E-mail: [email protected]
Facebook: Matemurga de Villa Crespo

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