COMUNA 1

El barrio Saldías espera mejoras

Saldías fue el primer asentamiento de la Ciudad y fue poblado por empleados ferroviarios.


El barrio Saldías nació como un conglomerado de viviendas para empleados ferroviarios y se transformó en un asentamiento de emergencia, uno de los primeros de la Ciudad de Buenos Aires. Está ubicado entre depósitos y galpones de empresas de logística, atravesado por vías que lo separan de Barrio Parque, una de las zonas más selectas de Recoleta.
 
Desde la intersección de las calles Salguero y Padre Mugica se despliegan casas de material y casillas de chapa y madera donde viven unas 500 personas. "Era un barrio chico y se entraba con una orden policial lo cual lo hacía más seguro", recuerda a La Nación Rosa de Coria, una vecina que vive en Saldías desde hace 50 años.
 
A mediados de los años 30 se construyeron las viviendas para el personal, proveniente del noroeste argentino, que trabajaba en la línea General Belgrano que llegaba a Retiro. La primera denominación de la estación fue Parada Kilómetro 3; luego se llamó Misioneros de Perón y Apeadero Ciudad Estudiantil hasta llegar al nombre actual. "Me trasladaron desde Salta para cubrir vacantes. Todos los que trabajamos en la cuadrilla vivíamos acá", agrega Ciro Cardozo, marido de Rosa.
 
En la calle, casi todos se saludan por sus nombres, como en un pueblo chico, o una gran familia. Las nuevas generaciones van creciendo en el barrio, con sus ideas y convicciones, como las de César Paredes y Cristian Castillo, dos jóvenes que encabezan las actividades artísticas que se organizan en "La Canchita", que sirve para jugar al fútbol y organizar recitales.
 
Desde una imagen aérea Saldías puede verse como un apéndice de la Villa 31 unido por Padre Carlos Mugica que, junto a San Salvador de Jujuy, son las únicas dos calles con nombres. El resto, al igual que todos los asentamientos o barrios precarios, son pasillos anónimos en los que van apareciendo las puertas de las viviendas de los vecinos.
 
"El barrio progresó un poco, pusimos un comedor para los chicos y los jubilados, hay clases de apoyo escolar, deportes... pero hace falta la urbanización", opina a La Nación Esther Silva, habitante de Saldías desde los 16 años, cuando llegó desde Resistencia, Chaco. Rosa asiente y señala las calles: "No se puede caminar, está llena de pozos y cuando llueve, es peor".
 
En sus orígenes el barrio contaba con electricidad provista por el ferrocarril, pero la crisis que atravesó el sector en los 90 dejó como consecuencia la imposibilidad del mantenimiento de las viviendas y los servicios. "Nos tuvimos que hacer cargo los vecinos, pedir los medidores de luz y avanzar", recuerda a La Nación Elizabeth Fernández, que llegó al barrio en esos años de transformación.
 
Hoy, todos los vecinos tienen luz en Saldías, pero esperan la llegada de las cloacas, el asfalto, el gas y el resto de las mejoras que promete la urbanización. Muchos de ellos esperan en las mismas casillas donde vivían los primeros habitantes del barrio.

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