TRÁNSITO

Cortes de calle preventivos que se volvieron permanentes

Una postal urbana que se repite en distintos barrios son los cortes de calles que se volvieron permanentes por distintas situaciones como los incendios del boliche República de Cromañón y el depósito de Iron Mountain.


Ocurre en la Ciudad que hay calles cortadas por demasiado tiempo como en las zonas de La Boca, Once o Barracas, lo que empezó como excepcional se transformó en normal y afecta la vida cotidiana de los barrios.
 
En septiembre último, en la esquina de avenida Brasil y Alberti, en Parque Patricios, se derrumbó una casona y los escombros interrumpen el tránsito. "Estamos repodridos, esto es un abandono total", dice a La Nación el vecino Noel Zunino.
 
El caso más paradigmático es la cuadra de Bartolomé Mitre donde funcionaba el boliche República de Cromañón, que luego del trágico incendio de 2004 se convirtió en un santuario cerrado al tránsito. En 2012, la Ciudad habilitó una vía de circulación paralela exclusiva para colectivos y taxis. Dos años después inauguró como peatonal ese tramo de Mitre, entre Ecuador y Jean Jaurés.
 
En Barracas, hace casi cinco años se incendió el depósito de la empresa Iron Mountain, en el que murieron ocho bomberos y dos miembros de Defensa Civil. Desde entonces, la calle Azara al 1200 permanece cortada en el acceso al lugar, aunque el sector siniestrado quedaba sobre Quinquela Martín. Y también casi desde entonces esa cuadra se transformó en un depósito y garaje de camiones de otra empresa cercana.
 
Los vecinos reclaman porque los vehículos usan un espacio público para fines comerciales e impiden que ambulancias, móviles policiales o incluso autos particulares ingresen a sus domicilios. La Justicia ya determinó que el incendio fue intencional y procesó a integrantes de Iron Mountain y ex funcionarios porteños. Pero no dispuso levantar las precarias vallas que obstaculizan el paso ni la custodia.
 
Vivir en una calle con el tránsito cortado trae sus problemas. "Las motos pasan por la vereda a toda velocidad en una cuadra llena de chicos, es un peligro. Pusieron un solo policía que no alcanza a controlar nada", dice a La Nación Paula Aragona, que vive a metros de la casona de Parque Patricios.
 
Los vecinos de Brasil y Alberti reclaman por el desorden de los colectivos que tuvieron que desviar su recorrido hacia calles internas. "Gastaron una fortuna en el Metrobús para que esté cerrado; ahora el colectivo 97, el 6, el 134 y un montón más tienen que ir por las paralelas. Ya se mató una chica en una esquina por la que no acostumbran a pasar. Y esto hace tres meses que está lleno de ratas", reclama Zunino, que lamenta la falta de respuestas oficiales.
 
Desde la Secretaría de Transporte porteña informaron que, si bien controlan los cortes de calle producidos por incendios o derrumbes, el levantamiento lo resuelve cada juzgado a cargo.
 
En La Boca continúan coexistiendo en la calle dos familias que vivían en el conventillo que se incendió en julio de 2017. "Esto es una desolación. Es triste que te hayan sacado de tu propia casa y quedarte en la calle como un perro", cuenta María Esteban, una de las ex inquilinas de Pedro de Mendoza al 1400.
 
En su momento, 30 familias quedaron en la calle y formaron ahí mismo un campamento precario. Hoy, dos aún permanecen en carpas improvisadas con maderas y plástico. Los ex inquilinos denuncian que el Gobierno de la Ciudad no les ofrece soluciones de alojamiento. "Te mandan a alquilar. Pero yo soy jubilada y mis hijos son cartoneros. Para nosotros es imposible", explica Esteban.
 


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