CORTES DE CALLE

Choque de derechos

¿Es el derecho a educar y aprender un derecho constitucional? Por supuesto. ¿Y el derecho a huelga? También! ¿Cuál es más importante?

Mariano Heller
Soy de los que habitualmente va trabajar al centro en auto. Y soy también de los que habitualmente quiere romper todo cada vez que le cortan la calle con algún tipo de manifestación, algo que se ha vuelto demasiado frecuente en la ciudad de Buenos Aires.

Creo fervientemente en la libertad de expresión. Es un pilar fundamental de la democracia y del estado de derecho. De hecho una democracia no sería tal si no garantizara el pleno goce de la libertad de expresión. Ahora bien, aclarado esto, ¿es esa libertad absoluta e ilimitada? No lo creo.

Para analizar esto, y sin intentar dar una especie de clase de derecho constitucional, debemos aclarar algunas cosas. La Constitución Nacional fue escrita en 1853, y más allá de algunas reformas que ha sufrido, su espíritu permanece incólumne. De todos modos, varios de sus artículos, aunque su letra no ha sido alterada, han evolucionado en cuanto a su significado e interpretación al ritmo de los cambios que ha sufrido nuestra sociedad. A título de ejemplo, pensemos en el artículo 19 de nuestra ley fundamental. El mismo habla del orden y la moral pública. Está más que claro que el orden y la moral pública de hoy no son los mismos que en 1853. Es más, está muy claro también que si juntamos a diez personas a discutir sobre el orden y la moral pública actuales, seguramente habrá diez opiniones distintas.

"Conductas que durante muchos años fueron aceptadas sin problemas comenzaron a ser cuestionadas y viceversa. Creo que esto es lo que sucede con los piquetes y los cortes de calles".



Esto mismo sucede con la percepción social respecto de determinadas actitudes y comportamientos a través de los años. Obviamente, conductas que durante muchos años fueron aceptadas sin problemas comenzaron a ser cuestionadas y viceversa. Creo que esto es lo que sucede con los piquetes y los cortes de calles. Recuerdo mucho mi época de estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Eran los famosos noventa. La pelea por defender la educación pública de los violentos ataques del menemismo nos presentaba batallas duras que finalmente fueron ganadas por la UBA. Esas batallas incluyeron distintos tipos de protestas, entre ellas algunos cortes de calles.

No era algo diario, tampoco semanal, pero de vez en cuando las quejas incluían clases públicas llevando los bancos a la calle, con distinguidos profesores acompañándonos a los estudiantes para defender la educación pública. Tengo el vivo recuerdo de gente desviándose desde Figueroa Alcorta hacia Libertador dándonos su apoyo desde los autos. No todos, por supuesto, pero no había un sentimiento que generara enorme bronca con el corte de calle.

Imagino qué sucedería hoy frente a una situación similar y no puedo evitar pensar que el hastío que vivimos respecto de los cortes, seguramente provocaría muchísimo menos respaldo por parte de los conductores. Incluso casi nulo. Esto no es caprichoso. Tiene que ver con varios años de descontrol y la evolución desde una sociedad que aceptaba los piquetes, o al menos intentaba hacerlo luego de la importante crisis de 2001/2002, hacia una sociedad que hoy valora más la posibilidad de poder moverse libremente sin que grupos diversos se lo impidan casi a diario.

Esta colisión de derechos, incluso de jerarquía constitucional, se da en varias situaciones. Un ejemplo claro de esto se ve a la perfección en los habituales conflictos docentes que vivimos cerca de los comienzos de clases. ¿Es el derecho a educar y aprender un derecho constitucional? Por supuesto. ¿Y el derecho a huelga? También! ¿Cuál es más importante?

No lo tengo claro. Empiezo siempre dicendo que el derecho de los chicos a tener clases... pero después veo el recibo de sueldo de un docente y se me complica mucho decidir que debe prevalecer. Sucede algo parecido con los derechos a circular libremente y a expresar una protesta.

La duda que surge obviamente es ¿qué se hace? Y en este sentido quisiera que empecemos a parecernos más a los países desarrollados. De ninguna manera quiero prohibir las protestas pero de ninguna manera creo que deba permitirse que la situación continúe como hasta ahora. Andá a cortar alguna calle cerca de la casa blanca o el acceso al aeropuerto de Heathrow en Londres o a Charles de Gaulle en París. Treinta segundos durás. Ah, ¿Te parecen ejemplos imperialistas y poco progres? Listo, te invito a manifestarte cortando calles en La Habana o Caracas. Seguro que te dejan sin problemas.

"Los extremos son poco felices. Ni dejar que cualquiera haga lo que quiera, ni sacar a palos, o peor, balazos, a todo el mundo sin más trámite. Creo que hay caminos intermedios".



Creo que se puede protestar sin arruinarle la vida al prójimo. Cuando se corta una calle, una avenida, una ruta, los perjudicados no son los que son blanco de las protestas, son laburantes como los que cortan que llegan tarde a trabajar, pierden el presentismo. Es demencial. Por más que sea la forma de hacerlo más notorio y de generar visibilidad (que palabra espantosa) del conflicto que te llevó a protestar.

En este sentido, vivimos una lógica de dejar que las calles sean tierra de nadie durante más de una década y ahora pasamos a un gobierno que llegó amenazando con aplicar un protocolo que liberaría las calles en escasos minutos, pero por el momento, sólo hace agua en este tema. No tengo claro qué viene demorando las soluciones. Tal vez la aplicación del protocolo llegue también en el famoso segundo semestre, como tantas otras cosas. Ojalá. Pero lo que tengo claro es que en esto, como en casi todo, los extremos son poco felices. Ni dejar que cualquiera haga lo que quiera, ni sacar a palos, o peor, balazos, a todo el mundo sin más trámite. Creo que hay caminos intermedios que impliquen persuadir, liberar carriles y que obviamente si nada funciona, deberá garantizarse la libre circulación.

Cuando los abogados escuchamos esa trillada frase que dice “Tu derecho termina donde empieza el del otro” en general levantamos los ojos haciéndonos un poco los superados. Pero hay un punto en el que esa frase, tan de sentido común, encierra una lógica de convivencia pacífica, que nos viene faltando hace varios años.

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