HECTÁREAS PARA LOS AMIGOS

Alambrados

Los terrenos de Casa Amarilla, que debían haber sido utilizados para viviendas sociales, están por ser entregados en bandeja a Boca Juniors. El alambrado del club que cerró el acceso a los vecinos.

Werner Pertot
Como final para una historia de entrega de tierras públicas, la semana pasada comenzaron a enrejar los terrenos de Casa Amarilla. Se trata de una zona que, por ley, debía ser utilizada para construir viviendas sociales, hasta que llegó Mauricio Macri, y comenzó un proceso lento pero seguro para entregarle esas cuadras al club Boca Juniors, que presidió y que hoy conduce su consigliere Daniel “El Tano” Angelici. De zona para viviendas sociales, pasó a un espacio verde y de allí finalmente fue vendido al club en una licitación que tenía todas las características de estar dirigida a Boca. Los terrenos contaban con un amparo del juez Guillermo Scheibler solicitado por la agrupación La Boca Resiste y Propone, pero poco importan los fallos y las leyes en esta historia. Como contamos alguna vez, este relato comenzó en 1981, cuando los terrenos de Casa Amarilla pasaron a ser jurisdicción porteña. Cuando llegó a ser intendente, Carlos Grosso arrancó el negocio menemista que luego continuaría el macrismo: le cedió una parte de los terrenos al club y otra a Almagro Construcciones. El resto siguió siendo un baldío sin uso durante los gobiernos porteños de Fernando de la Rúa y Aníbal Ibarra, hasta que la Legislatura porteña votó una ley por la que dispuso que los terrenos tenían que ser destinados a la construcción de viviendas sociales para contribuir a solucionar la emergencia habitacional que hay en todo el sur de la Ciudad. En ese momento, la ley marcó que debían ser cuatro mil viviendas.

Los terrenos de Casa Amarilla, por Ley, debían ser destinados a la construcción de viviendas sociales para solucionar la emergencia habitacional en el sur de la Ciudad. La legislación polateó la construcción de cuatro mil hogares.



El entonces jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra, recibió por esa época una propuesta indecente por parte del presidente de Boca, que no era otro que Macri: le envió una carta en la que le pedía que le entregara los terrenos al club, pese a la ley que existía. No lo consiguió, y debió esperar a ser jefe de Gobierno para empezar a torcer la normativa. Las primeras señales se pudieron ver en 2008, primer año de gestión de Macri en la Ciudad. La construcción de las viviendas no avanzaba, por lo que el entonces presidente del Instituto de la Vivienda (IVC), Roberto Apelbaum, fue interrogado en la Legislatura. Concretamente, el legislador Facundo Di Filippo le preguntó si estaban evaluando alguna oferta de Boca. Apelbaum dijo que “todavía no”. Mentía: unas semanas antes, había recibido una misiva del club de Macri en la que le proponía nuevamente que le vendieran los terrenos. La respuesta del IVC, pese a que una ley lo obligaba a hacer viviendas sociales allí fue que tenían previsto construir 1231 viviendas y que, con el resto de los terrenos se podía pensar en privatizarlos. “Sin perjuicio de lo expuesto, les informamos que la transferencia por ustedes solicitada podría ser atendida en forma parcial y a título oneroso, previa intervención legislativa que autorice la modificación del destino del inmueble”, decía el texto de respuesta del IVC.

Durante el primer año de Macri como jefe de Gobierno, el IVC palnteó la construcción, no de 4000 mil viviendas, sino de 1200. El resto de los terrenos podrían ser destinados a la privatización.



Es decir: ya no iban a construir las 4000 viviendas originales sino 1200 y luego el resto iba a Boca. Cuando se conoció ese documento, comenzaron las presentaciones judiciales. El juez Andrés Gallardo le ordenó al Gobierno de Macri que cumpliera la ley. El jefe de Gobierno se resistió todo lo que pudo: apeló y perdió, apeló y perdió, hasta que se quedó sin alternativas. Entonces, construyó 438 viviendas. El 10 por ciento de lo proyectado originalmente. El resto de los terrenos, dispuso, se usarían para espacios verdes y educativos, sobre los que nunca se avanzó.

En el medio, el legislador (y directivo de Boca) Oscar Moscariello presentó un proyecto para rezonificar esas cuadras, bajo el título “Estadio y complejo deportivo Boca Juniors”. Cuando lo consulté sobre el sugestivo nombre, que volvía a poner en evidencia la intención de privatizar los terrenos, sostuvo que era porque ahí se iba a hacer un parque temático público. Nada de eso ocurrió, por supuesto.

Ni viviendas, ni espacio público para los vecinos, la gestión PRO hizo una licitación a medida para Boca. Los requisitos eran: ser una organización sin fines de lucro con al menos 500 integrantes, diez años de antigüedad en la Comuna 4 y un patrinomio que superara los 100 millones de pesos. Les faltó poner el nombre de Angelici entre las condiciones. Por supuesto, Boca fue el único oferente y se quedó con los terrenos por la irrisoria cifra de 180 millones de pesos (el 5 por ciento del valor de los terrenos, que ocupan 3,2 hectáreas). El Ejecutivo porteño le otorgó un cómo plan de pagos a 14 años, tras una apertura de sobres bochornosa (el pliego de Boca ni vino en un sobre y los que lo “abrieron” ya sabían en qué página estaba la oferta).

Ni viviendas, ni espacio público para los vecinos, la gestión PRO hizo una licitación a medida para Boca. Los requisitos eran: ser una organización sin fines de lucro con al menos 500 integrantes, diez años de antigüedad en la Comuna 4 y un patrinomio que superara los 100 millones de pesos.

 

No obstante, esa licitación cargada de irregularidades fue frenada por un fallo del juez subrogante Guillermo Scheibler. Nada de eso importó a la hora de alambrar los terrenos: la semana pasada el club procedió a cerrar las manzanas que los vecinos habían empezado a usar como lo que tendría que haber sido luego de que no hicieron las viviendas: un espacio comunitario. Pese al evidente abandono al que lo sometió el Estado porteño durante décadas, ahí se juega al fútbol, se pasea al perro y todas aquellas cosas que se hacen en un barrio. El argumento de Boca para poner los alambrados fue que la Cámara en lo Contencioso remitió el expediente a otro juzgado y anuló el fallo de Scheibler. El proceso judicial no está agotado, pero el club avanza con la lógica de los hechos consumados.

Mientras tanto, la empresa Edesur –que tiene como socio minoritario al “hermano de la vida” de Macri, Nicolás Caputo- comenzó a tender los cables para el megaproyecto de un nuevo estadio que prevé Angelici en esa zona. Las cuadrillas de la empresa eléctrica trabajan como pocas veces se las ve cuando se le corta la luz a los vecinos del barrio. Nada es casual en esta historia, que todavía no llegó a su fin.

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