COMUNA 3

La Confitería del Molino continúa abandonada

La histórica confitería espera los fondos para su rescate, desde el Ministerio del Interior afirman que no hay una partida asignada a la restauración. En el Congreso denuncian trabas. Hay peligro de desprendimiento de mampostería.


El Estado nacional gastó en marzo más de $ 180 millones en la compra de la histórica Confitería del Molino, pero no se hizo cargo aún de su puesta en valor. El emblemático edificio de la esquina de Callao y Rivadavia continúa en ruinas, abandonado y con riesgo de derrumbe en los sectores más afectados.
 
El envío desde el Ministerio del Interior, Obras Públicas y Vivienda al Congreso de unos $ 500 millones para la restauración y posterior transformación en un centro cultural con museo, como lo estipuló la ley de expropiación de 2014, no se concreta, informa La Nación.
 
Arquitectos del Plan Rector de Intervenciones Edilicias del Congreso, el organismo que debería encargarse de la puesta en valor de la confitería, lamentaron que aún ni siquiera se les haya permitido ingresar en el lugar para realizar un relevamiento técnico de su estado. El inmueble, clausurado hace dos décadas, sufre graves patologías, típicas de las construcciones deshabitadas por tanto tiempo. "Sólo cuando Interior nos pase la partida podremos empezar a funcionar", dijeron a La Nación fuentes del Senado. La Comisión Bicameral destinada al seguimiento del proceso de restauración tampoco se creó aún.
 
Desde el Ministerio que conduce Rogelio Frigerio explicaron que no fue incluida en el presupuesto de este año una erogación de fondos para las obras. Por lo tanto, la Presidencia o la Jefatura de Gabinete deberían reasignar una partida, hecho que consideraron poco probable.
 
"Esto es insólito: el Estado compra un edificio y luego lo abandona. No hay un solo responsable, nadie se hace cargo. Está mucho peor ahora que antes, cuando estaba en manos de sus dueños", dijo a La Nación Sergio Martínez, un vecino que habita uno de los departamentos lindantes. Otros denuncian falta de seguridad en el edificio y su entorno. "Entraron y se robaron de todo; los mármoles, los vitrales, las placas de bronce... El problema es que los andamios son una rampa de acceso para cualquiera que quiera subirse y entrar a robar por los huecos de las paredes. Siento mucha pena por lo que está pasando", agregó Isabel Giménez, empleada de un local de la avenida Callao.
 
Un informe técnico elaborado por empresas privadas alertó del peligro de desmoronamiento del pináculo, los vitrales y la mampostería de la centenaria construcción, de casi 7000 m2 cubiertos, declarada Monumento Histórico Nacional en 1997. Luego de ese estudio, se lo envolvió con una fuerte malla protectora azul que oculta sus peculiares características arquitectónicas.
 
En el interior se suceden desprendimientos de vitrales, caños rotos, cables eléctricos precarios, escaleras intransitables y ascensores descompuestos. Afuera, la vereda que lo circunda continúa siendo peligrosa de transitar: tiene baldosas flojas y está cubierta por andamios, puestos de venta ambulante, pasacalles, quioscos de revistas y gente en situación de calle que se cobija en el edificio, a pesar de ser un sitio inseguro.
 
El Molino ni siquiera fue incluido en la puesta en valor de veredas y fachadas de edificios que realiza el Ministerio de Espacio Público porteño en el eje del Congreso y la Avenida de Mayo. 

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