OPINIÓN

Educación, algo de lo que todos y todas hablan (en campaña)

En 34 años ininterrumpidos de democracia, cada campaña electoral incorpora como eje el tema de la "Educación". ¿Se puede hacer campaña sobre un tema sin conocerlo en su profundidad?

Matias Segreti

En 34 años ininterrumpidos de democracia, cada campaña electoral incorpora como eje el tema de la "Educación". Algunas tradiciones partidarias le confieren un lugar central de la agenda para el debate público, otras fuerzas políticas no se arriesgan a desplegar el programa que se imaginan, y la mayoría de las propuestas de los candidatos jerarquizan el debate, pero sin desarrollar con exhaustividad la particularidad, porque probablemente desconocen el "mundo de la educación".

¿Se puede hacer campaña sobre un tema sin conocerlo en su profundidad? Sí, por supuesto. La biografía de los/as candidatos/as (o de su mayor parte) está atravesada por al menos 14 años de trayectoria escolar formal. La ciudadanía habla de educación por su propia experiencia escolar y formativa, por las opiniones construidas alrededor de las instituciones, por la construcción de sentidos que los medios y los gobiernos hacen de ella. Si la ciudadanía habla, opina, juzga, los candidatos y candidatas también pueden y deben hacerlo. La cuestión es de qué manera y a quienes les hablan.

¿Por dónde se perfila la campaña electoral en el eje educación? ¿Qué esperamos que nos digan?

Lo primero que hay que apreciar es que en la Ciudad, la alianza oficialista intentará capitalizar en votos, lo que consideran logros de la última década de gestión macrista. La incorporación de nuevas tecnologías, la construcción de escuelas, la cobertura de la sala de 3 años, la jornada extendida, son algunas dimensiones que suelen presentar como progresos durante el gobierno del PRO. Pero el mismo tiempo,  la gestión revela datos objetivos que aportan un debate sincero sobre el programa real y la posición pedagógica que sostiene el gobierno porteño. La reducción progresiva del presupuesto educativo, la desatención en infraestructura escolar, la falta de vacantes, la sobrecarga de trabajo administrativo, el reemplazo de acciones que antes realizaba el estado por fundaciones privadas son los elementos más visibles de un objetivo que explicita el deterioro de la escuela pública. Sobre estos puntos de denuncia probablemente se estructure parte de la  campaña del sector opositor.

Pero la discusión centrada en la gestión no alcanza para cautivar, persuadir e intentar incorporar nuevos actores que incrementen el volumen de adhesiones y votos.

La segunda cuestión es que la Ciudad tiene una composición equilibrada (aunque injusta) del sistema educativo. El sistema es público de gestión privada y estatal, en la que se reparten casi igualitariamente la cantidad de niños, niñas, jóvenes y adultos que transitan los recorridos escolares obligatorios y libres. Si las propuestas de campaña sólo se centran en la dimensión de la gestión estatal, "la escuela pública", un sector importante de la ciudadanía no se sentirá interpelado en términos de la cotidianeidad y el sentido de organización de su vida.

Hay cosas interesantes para decir sobre la calidad educativa en las escuelas privadas, el desarrollo de la Educación Sexual Integral, la utilización de métodos y concepciones de un siglo cercano pero anterior y la regulación económica de la cuota mensual.  La gestión es privada pero la escuela es pública, y la tensión entre el mercado y lo estatal siempre esta signado por el proyecto de ciudad que propone cada fuerza política.

La última consideración es la que sobredimensiona las posibilidades de la educación, la de sus educadores/as y educandos. Y aquí queremos realizar una advertencia. Solemos escuchar con vehemencia que el flagelo de la delincuencia, el problema del narcotráfico, el incremento del empleo y los problemas sociales, económicos y culturales, se solucionan con más y mejor educación. Esto es una estafa de un sector político que necesita desviar otras discusiones. La educación es un derecho, que permite a partir del intercambio y de la protección de las nuevas generaciones, la transmisión y la construcción de saberes que son socialmente significativos para el sujeto y la comunidad en el tiempo en que viven. Esta práctica humana, intencional y sistemática, no se traduce necesariamente en la resolución de los problemas económicos y sociales. Para que se resuelvan los problemas económicos, no hay que cambiar métodos o incorporar más recursos didácticos, hay que tomar decisiones políticas en la economía que permitan modificarlos, y así con los sucesivos conflictos sociales. La educación es importantísima para el desarrollo de los pueblos, pero no es la solución de todos los problemas.

Las campañas ya no son unidireccionales y la ciudadanía no solo comprende mensajes, sino que los produce y distribuye con las herramientas que tiene a disposición. Aquellos candidatos/as que logren aglutinar sentidos, identidades y representaciones que parecen fragmentados, en nuevas mayorías, y al mismo tiempo desarrollar un lenguaje moderno que no pierda la esencia y tradición de las fuerzas políticas a las que representan, probablemente consigan ver con satisfacción los objetivos propuestos.  

COMENTARIOS