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Por las mismas oportunidades y derechos para las mujeres

El 3 de junio es un grito colectivo para denunciar la violencia contra las mujeres. Un paso trascendental para revertir esta situación es problematizar la situación del género femenino y divulgar las conclusiones con el objetivo de concientizar a la sociedad.

Matias Barroetaveña

El 3 de junio es un grito colectivo para denunciar la violencia contra las mujeres. Esta fecha es una herramienta que nos permite poner en el centro de la agenda no solo a los femicidios sino también a las injusticias y las desigualdades que sufren las mujeres y que son el caldo de cultivo de las agresiones físicas.

Un paso trascendental para revertir esta situación es problematizar la situación del género femenino y divulgar las conclusiones con el objetivo de concientizar a la sociedad. Desde el Centro de Estudios Metropolitanos (CEM), aportamos a esta tarea algunos datos del Monitor del Clima Social del AMBA, una investigación periódica sobre inseguridad social en la Ciudad y el Conurbano. El CEM es un acuerdo interuniversitario entre la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo, la Universidad Nacional Arturo Jauretche y la Universidad Nacional de Hurlingham.

Al analizar los datos del Monitor se desprende que las diferencias entre hombres y mujeres atraviesan a toda la zona metropolitana, a todas las esferas y por eso mismo, necesitan ser puestas sobre la mesa. Sin dudas, una de las problemáticas que mejor refleja el camino que resta recorrer es el referido a los quehaceres domésticos. En este sentido, en los hogares del primer cordón del conurbano apenas 2 de cada 100 hombres reconocen dedicarse principalmente a las tareas del hogar mientras que en las mujeres esa proporción se multiplica por 10 y roza el 20%. En la CABA, las diferencias son menores pero no dejan de ser llamativas. El porcentaje de hombres dedicado a los quehaceres es del 3% y en las mujeres supera el 16%.

Un tema en si mismo es como se invisibiliza el trabajo en el hogar y su importante aporte al PBI de los países. Este trabajo no remunerado es crucial a la hora de garantizar la reproducción de la mano de obra que el sistema necesita. La AUH, en cabeza de las mujeres, fue un avance en su reconocimiento.

Pero en un contexto de escasos dispositivos institucionales accesibles a las familias populares, miles de ellas se ven obligadas a que uno de los padres permanezca en el hogar para el cuidado de los hijos. Frente a esta disyuntiva, a grandes rasgos, son las mujeres quienes terminan dentro del ámbito doméstico y los hombres los que salen a buscar trabajo remunerado. Más allá de explicar la situación desventajosa de las mujeres en base a concepciones machistas de la familia y costumbres arraigadas en la sociedad argentina, es inevitable encontrar respuestas en las desigualdades económicas y laborales que sufren las mujeres.

 Un tema en si mismo es como se invisibiliza el trabajo en el hogar y su importante aporte al PBI de los países. Este trabajo no remunerado es crucial a la hora de garantizar la reproducción de la mano de obra que el sistema necesita.



Cuando miramos la esfera económica observamos que, por ejemplo, el porcentaje de mujeres porteñas que afirma que su sueldo le alcanza para ahorrar es de apenas del 8%, exactamente la mitad que el de hombres (16%). Es importante destacar que el Monitor refleja percepciones y experiencias de inseguridad social y no monitorea datos empíricos. Sin embargo, esta diferencia en la percepción de la capacidad de ahorro de las mujeres también es posible de inferir a partir de la Encuesta Trimestral de Ocupación e Ingresos que realiza el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. De ella se desprende que la media del ingreso femenino de la Ciudad fue $12 mil durante el cuarto trimestre de 2016, $3 mil menos que el valor masculino.

Esta diferencia del 25% en el ingreso de las mujeres respecto a los hombres certifica su menor capacidad de ahorro y en consecuencia. mayor exposición a situaciones de inestabilidad e incertidumbre. Más allá que la remuneración que perciben las mujeres es menor, la calidad del trabajo que obtienen también es peor. En el segundo trimestre de 2016, el INDEC relevó que el 35,5% de las mujeres que trabajaba en el AMBA lo hacía en forma no registrada frente al 31,8% de los hombres.

Todas estas diferencias socio laborales se retroalimentan con bagajes culturales enraizados en la sociedad, expulsan a la mujer del mercado laboral o la condenan a puestos de trabajo mal pagos y no registrados. Por desgracia, durante el último año estas diferencias se agudizaron en la Ciudad de Buenos Aires. De acuerdo al citado relevamiento del Gobierno de la Ciudad, el ingreso medio de la ocupación principal de las mujeres subió un 33% al comparar el último trimestre de 2016 respecto al mismo período de 2015. Al analizar a los hombres se concluye que ese valor aumentó 43% -10 puntos por encima de las mujeres-. Si se tiene en cuenta el dato oficial de inflación anual del 41,5% del Gobierno local se comprueba que el ajuste y el impacto sobre los ingresos profundizó la brecha salarial entre hombres y mujeres.

Esta desigualdad atraviesa todos los segmentos sociales, el techo de cristal en la grandes empresas se ha constituido en un tema central para analizar. Difícil es que un mundo donde los hombres toman las principales decisiones, las mujeres gocen de igualdad de derechos y oportunidades.

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