GASTRONOMÍA

Ninina Bakery: pasión por lo rico

Ninina Bakery es un restaurante de Palermo que gracias a su deliciosa propuesta de platos sencillos de la más alta calidad se convirtió en uno de los lugares preferidos de la escena culinaria porteña.


Ninina es el apodo de una abuela. En este caso, la de Emmanuel Paglayan, dueño del lugar e hijo de la creadora de Selvi, empresa líder en repostería y pastelería en Buenos Aires durante los años 80. Como toda historia fundada en la tradición familiar, una de las premisas de Ninina Bakery es la de ofrecer una experiencia gastronómica que resalte la excelencia a través de preparaciones de tipo simple y artesanal.

Antes de volcarse a la aventura de dirigir un proyecto gastronómico, Emmanuel trabajaba en finanzas; un oficio en las antípodas del universo de desayunos, almuerzos y meriendas. Sin embargo, sintió que “era una picardía no continuar con el gran legado" que habia dejado su mamá. Y aunque el rubro le resultaba un completo misterio, siguió una corazonada y le dio vida a Ninina. “Quizás sin la historia de mi familia detrás nunca me hubiera animado”, confiesa.

Desde el inicio, este devenido empresario gastronómico supo lo qué quería transmitir. Por un lado, el concepto de un espacio simple pero sofisticado, y al mismo tiempo, clásico y  moderno. Con el foco puesto en la calidad de la materia prima, y un innegable protagonismo de sus tortas y panificados, la premisa de este espacio es que toda la propuesta gastronómica de la carta se mantenga en la línea de la excelencia.

A la hora de confeccionar el menú, "la idea fue la de tener una carta equilibrada que tuviera un abanico de opciones para todo tipo de consumidor", explica Emmanuel, que resalta que no tuvieron la necesidad de tener un chef o asesor ya que "la teníamos a mi mamá como fuente de consulta permanente y sabíamos que nadie iba a saber mejor que ella lo que queríamos transmitir en nuestra propuesta". 

Así, en Ninina uno puede deleitarse desayunando una granola casera, un bagel con salmón ahumado, unos imponentes panqueques americanos o unos huevos de campo revueltos, nutritivos y saludables. A la hora del almuerzo, destacan sus ensaladas de múltiples combinaciones gourmet: las hay con pollo, quinoa, langostinos y hasta más exóticas con peras y endivia; así también como sus sandwiches y burgers, de carne vacuna, pollo de campo, cordero y hasta veganas.

A medida que va cayendo la tarde, resulta irresistible aventurarse con las tentadoras tortas para merendar - indiscutida especialidad del lugar-. Sobresalen la Lola Mora (base de avellanas, mousse y ganache de chocolate amargo, con moras y frambuesas para coronar), cualquiera de las Cheesecakes y la Tartufo (marquise, mousse, dulce de leche y merengue italiano), entre otras. Además, hay budines, cookies y scones, para todos los gustos.



Cabe destacar, que toda la producción de Ninina se realiza en el día y para ello se utilizan azúcar y huevos orgánicos, chocolate 70% cacao e ingredientes naturales, sin conservantes. "Nos propusimos como objetivo buscar en todos los casos la mejor materia prima. No hay nada de la carta que no estemos convencidos de que podríamos pedirlo", afirma orgulloso Emmanuel, que reconoce que "en algunos casos, usar mejor materia prima implica un costo más alto, pero el cliente lo valora y por eso quizás está disuesto a pagar un poquito más por ese producto".

A la excelsa propuesta gastronómica se suman, además, la arquitectura y el ambiente. Con una imponente barra de mármol que recorre el salón principal, las tortas de Ninina reposan sobre una heladera imperceptible, construida sobre el mismo mármol (una de las pocas en Buenos Aires, e idea que Emmanuel trajo de un viaje por Nueva York). Al final del amplio salón puede divisarse la cocina a través de un amplio ventanal y comprobar con los propios ojos, la frescura de cada uno de los productos ofrecidos.

Con solo tres años en la escena porteña, Ninina ya piensa en expandirse y Emanuel, que conserva los cuadernos de cocina de su madre, sabe que todavía queda mucho por explorar.

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