Urbanismo PRO: la máquina de producir desigualdad

El nuevo intento del gobierno porteño para que la Legislatura apruebe una rezonificación de los terrenos sobre la avenida Avellaneda, en Caballito, que permita construir un shopping, pone en agenda las políticas públicas respecto al acceso y uso del suelo urbano.

Cecilia Segura
Tierra y vivienda son un derecho humano fundamental, pero también representa, en términos económicos, la inversión más importante que la gran mayoría de las familias va a realizar en su vida.

La producción y compra de viviendas depende principalmente de las acciones de los Gobiernos nacionales, de su política de crédito hipotecario para los sectores medios y asalariados y de la inversión en vivienda social. Hay, sin embargo, otra parte de esta cuestión, muchas veces poco valorada pero fundamental: la producción de suelo urbano, que es algo que depende, fundamentalmente, de la planificación que decida cada gestión municipal.

Así, una gestión inclusiva e inteligente debe simultáneamente facilitar el acceso al suelo urbano de los sectores medios y populares y al mismo tiempo promover áreas de alto valor para grandes inversiones.

El valor del suelo sobre el que se va a construir depende de muchos factores, por ejemplo, la infraestructura, los servicios o el entorno en que se encuentre, pero también las normas que regulen las posibilidades de uso. Así, un terreno en el que se pueda construir una torre será, obviamente, más caro que uno en el que esa posibilidad no esté habilitada.

"Todos hablan de un Estado inteligente, pero el macrismo está desarrollando un Estado bobo que quiere vender rápido y a los ponchazos el suelo más caro de la ciudad".



Hay un consenso muy generalizado –incluso entre economistas de corte liberal- de que el suelo urbano debe ser regulado por una planificación territorial que impida que los dueños de tierras obtengan rentas extraordinarias derivadas de procesos especulativos o de la capacidad de absorber para sí las inversiones que ha realizado el conjunto de la sociedad.

En este caso, la gestión de Horacio Rodríguez Larreta repite un esquema muy PRO: tiene un discurso plagado de lugares comunes, pero produce medidas concretas que perjudican el equilibrio urbano y generan mayor iniquidad en el acceso al suelo. 

En sólo 10 meses, el macrismo ha impulsado una variedad de iniciativas para ofertar una gran cantidad de lotes para desarrollos urbanísticos. Todos los especialistas del sector hablan de la necesidad de “crear” y ofertar suelo urbano, para que la mayor oferta permita bajar los precios. Es muy razonable utilizar tierras fiscales para ofrecer suelo barato (o más barato que los actuales precios del mercado) a los sectores medios y bajos que hoy tienen fuertes limitaciones para acceder a ello. Pero lo curioso es que la “generosidad” del macrismo no es precisamente con estos sectores sino con los inversores de los emprendimientos más caros de Buenos Aires, ya que la sobreoferta en las zonas más caras de la ciudad hace bajar el precio de los mejores lotes. La venta del Tiro Federal y su expansión sobre el CENARD en el barrio de Núñez, el Campo Argentino de Polo, o el uso de las playas ferroviarias de Caballito y Palermo son algunos de las iniciativas que van en ese sentido.

"No se trata de oponerse al desarrollo de zonas de inversión de alto valor; se trata de que el Estado lo haga con pericia, no malvenda y se haga de buenos ingresos para atender áreas donde la presencia pública sea imperiosa".

 

Entonces, se crean instrumentos para planificar el desarrollo urbano, pero se aplican políticas específicas que van en contra de una ciudad inclusiva. Todos hablan de un Estado inteligente, pero el macrismo está desarrollando un Estado bobo que quiere vender rápido y a los ponchazos el suelo más caro de la ciudad. 

No se trata de oponerse al desarrollo de zonas de inversión de alto valor; se trata de que el Estado lo haga con pericia, no malvenda y se haga de buenos ingresos, justamente, para atender áreas donde la presencia pública sea imperiosa.

Luego de 8 años no hay manera de pensar que el PRO está improvisando en la materia sino todo lo contrario, está generando un negocio de enorme rentabilidad para los sectores que, además, están demandando activos donde invertir los fondos del blanqueo que propone la AFIP.

Los ricos compran más barato, el Estado recauda menos y los amigos del poder hacen negocios fastuosos. El pato de esta boda obsena lo pagan todos los porteños, que viven en una ciudad cada vez más desigual.

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