UN VIAJE A ORLANDO

Viajando con papá

Todo es absolutamente impagable. Y esa relación tan especial de padre-hija de la que tantos hablan, se consolida con unas vacaciones así solos.

Mariano Heller
Luego de una merecida (?) vacación, gentileza de los amigos de Nueva Ciudad, vuelve esta columna (sí, ya sé que nadie se había dado cuenta que la semana pasada no escribí).

Escribo desde el celular, en la mágica ciudad de Orlando, sentado en el balcón de mi cuarto de hotel y con vista a un maravilloso outlet. Mi viaje se termina en breve. El regreso a Peronia se acerca peligrosamente, pero decidí contarles algo de lo que me tocó vivir acá.

Vine con mi pequeña saltamontes que tiene una semana de vacaciones en septiembre. Armamos un viaje espectacular todo pagado en un millón de cuotas sin interés, ya que solo las entradas a los parques generan un agujero financiero más profundo que los fondos buitre. 

Llegamos a Miami hace unos días y alquilamos un auto con el que nos transportaríamos luego a Orlando. Una cosa de locos el auto que te dan. Te dicen "elegí el que quieras de la fila 8" y sentís que Ricardo Fort toma tu cuerpo mientras vas viendo por cuál te decidís. Para ir a la meca de Mickey Mouse se toma una ruta con peajes caros pero brillantemente mantenida y casi toda en línea recta. La gente no se cruza, respeta en general los límites de velocidad. Los habitantes de Peronia nos sentimos desconcertados frente a tanta civilidad. 

"Y esa relación tan especial de padre-hija de la que tantos hablan, se consolida con unas vacaciones así solos".

 

Ya en Orlando fuimos a todos los parques. Los conocía a casi todos y me encantan. Me fascina vivir por unos días ese mundo de fantasía que estos muchachos te plantean. Les compro todos los chistes, el exceso de buena onda, todo. Hasta me como las colas casi sin chistar. La organización, la limpieza, que todo ande y que si no anda te recompensen de alguna manera para que te quedes contento. Un placer, aunque bastante salado.

Ir sólo con mi pequeña de 10 también es una experiencia maravillosa. Es llevármela al menos por una semana a un mundo que la deja parada mucho más cerca de seguir siendo una niña que de la pre adolescencia que se avecina en breve. Verle la cara de alegría cuando llegamos a cada parque, la expectativa, la ansiedad, los nervios antes de subir a alguna montaña rusa, el orgullo después de haberse animado a ir a un juego más de grandes. Todo es absolutamente impagable. Y esa relación tan especial de padre-hija de la que tantos hablan, se consolida con unas vacaciones así solos. 

A pesar de toda esa magia, los niños crecen. Y ese límite entre la niñez y la pre adolescencia se va tornando cada vez angosto. Todo llega más rápido. Se vienen tiempos difíciles. Le daré vergüenza frente a sus amigos, traerá novios jipis, peronistas o de River a casa, todo lo que ya sabemos. No quiero ni ponerme a pensar pero se me despertaron los fantasmas al escucharle decir un par de veces “Eh, alto teléfono” por algún celular que le llamó la atención o verla grabando videos para esas nuevas redes sociales que usan los jóvenes ahora.

"Todos los parques en los que estuve estaban plagados de argentinos. Se nota con claridad la llegada del segundo semestre (?) y la bonanza es abrumadora".



Todos los parques en los que estuve estaban plagados de argentinos. Se nota con claridad la llegada del segundo semestre (?) y la bonanza es abrumadora. Pero lo que me sorprendió fueron los parques de agua en los que cerrabas los ojos y sentías que estabas en alguna pileta comunitaria de Ezeiza. Una locura.

Esto me lleva a una pequeña reflexión. Sé que generalizar está mal y todo eso pero ¿ustedes vieron la actitud habitual del argentino cuando viaja? ¿Qué será que nos sucede? ¿Por qué los gritos endemoniados? ¿Qué te hace ponerte una casaca de la selección que el calor satánico que hace para transpirar todo el día como testigo falso? ¿Qué nos sucede con Gap que todos tenemos que comprarnos un buzo? ¿Hay promos especiales para argentinos en los Apple stores? ¿Cuándo vas a la panadería a pedir facturas, aplaudimos al que nos llena la canasta de medialunas? Entonces ¿Por qué aplaudimos al piloto por hacer su trabajo de aterrizar el avión? Solo algunos interrogantes que se me fueron planteando estos días…

En fin... Ya relaté, hace no mucho, un viaje a estas mismas tierras. Espero que algún productor esté leyendo y me convierta cuanto antes en el nuevo Iván de Pineda, un ejemplo a seguir para cualquier ser humano de buena voluntad. Como alternativa, si les gustaron los relatos, pueden hacer una donación a la fundación “Felices los Marianos Heller” así me dedico a mi verdadera vocación de crítico de viajes. Me piden el CBU y se los mando con todo gusto.

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