ELECCIONES EN ESTADOS UNIDOS

Lo que viene en EE.UU.

Surge la disyuntiva entre el mommy problem y la necesidad de votar a los demócratas para que la economía siga mejorando o el daddy problem a través del cual los votantes buscan una figura que los proteja de los peligros.

Mariano Heller
Se me ocurrió escribir estas líneas después de escuchar el discurso de aceptación de Donald Trump en la Convención Republicana esta semana. Las redacto con una mezcla de preocupación y ansiedad. También con mi habitual escepticismo y con la crónica desesperanza que llevo a cuestas.

Me encanta ver las convenciones partidarias de Estados Unidos. Son una divertida mezcla de show y política que para los interesados por la realidad de aquel país suele ser apasionante. De todos modos, la horrible performance de Donald Trump en el cierre, esta vez fue demasiado para mi estómago. No sólo por lo horrendo de su mensaje sino por esa actitud soberbia y autorreferencial permanente que lo convierte en una persona muy poco agradable.

Me siento muchísimo más cercano al partido demócrata que al republicano, pero eso no me impide reconocer a grandes líderes que han surgido desde el partido del elefante. Desde Abraham Lincoln hasta Dwight Eisenhower o incluso Reagan, coincidiendo o no con sus ideas, los republicanos han generado cambios importantes y sumamente trascendentes en la política y en la sociedad norteamericanas.

"Hay algo que les molesta más a los republicanos que una eventual presidencia de Trump y es tener otra vez a un Clinton en la Casa Blanca. Así que sin dudas lo votarán aunque no los convenza mucho".

 

¿Qué pasó con el partido republicano en estos años? Difícil explicarlo, pero lo cierto es que ese camino de moderación que situaba a ambos partidos mayoritarios divididos por algunos matices, ha derivado en una brecha muchísimo más grande tras un posicionamiento mucho más conservador de los republicanos de la mano del Tea Party.

He tenido contacto últimamente con algunos republicanos y el nivel de descreimiento y angustia que les genera la candidatura de Trump es gigante. No pueden entender que sea el candidato de su partido, lo ven como a un outsider que nada tiene que ver con sus valores y sus ideas. Pero hay algo que les molesta más a los republicanos que una eventual presidencia de Trump y es tener otra vez a un Clinton en la Casa Blanca. Así que sin dudas lo votarán aunque no los convenza mucho.

Por el lado de los demócratas, la interna fue muy interesante. Todavía no tuvieron su convención, habrá que es esperar unos días para verlos en acción. Pero el proceso interno nos mostró que así como el partido republicano ha girado a la derecha, aunque haya terminado eligiendo a un impredecible candidato como Trump, los demócratas han virado a la izquierda con un encendido Bernie Sanders que despertó mucho apoyo sobre todo entre los jóvenes. La aparición de Sanders desafió a Hillary Clinton y la hizo tener que dar todo para ganar la interna. Pero por sobre todas las cosas marcó la agenda de campaña con temas que antes eran absolutamente marginales y que, a partir de ahora, han tenido que ponerse sobre la mesa de debate electoral.

Debo reconocer que no soy muy fan de Hillary Clinton, aunque sí lo fui de su marido. Esto le sucede también a varios demócratas que conozco pero así como el apellido Clinton genera un desprecio casi automático para cualquier republicano, el mismo produce una empatía prácticamente inmediata entre los demócratas.

"Al día de hoy pareciera que la balanza se inclinaría hacia Hillary Clinton, pero Estados Unidos es un país impredecible en varios sentidos y la cosa sin dudas puede cambiar".

 

Lo que sucederá en la elección es impredecible. Sabemos que en los EEUU la misma se define entre los llamados swing states, o sea los Estados que pueden votar tanto para un lado como para el otro. Y también sabemos que la gran mayoría de las elecciones ya están definidas de antemano con un sistema de “winner takes all” que indica que el que gana el estado se lleva todos los votos electorales del mismo, salvo en Maine y Nebraska. Por ende, la clave es seguir la elección de no más de 10 Estados que podrían votar en cualquier sentido. 

Al día de hoy pareciera que la balanza se inclinaría hacia Hillary Clinton, pero Estados Unidos es un país impredecible en varios sentidos y la cosa sin dudas puede cambiar.

Estos posibles cambios pueden aparecer por distintos motivos. Desde un poco probable giro en la economía hasta un recrudecimiento de los ataques terroristas que vienen sufriendo varios países europeos y que repercuten sin dudas entre los norteamericanos, mucho más desde el 11 de septiembre de 2001.

En este sentido, Trump ha sido muy categórico después de cada ataque sufrido en ciudades europeas, tocando las fibras más sensibles de los norteamericanos. Así, aparece el problema de las motivaciones por las que el votante concurrirá en noviembre a las urnas en una elección que sabemos no es obligatoria. Surge la disyuntiva entre el mommy problem y la necesidad de votar a los demócratas para que la economía siga mejorando luego de algunos años problemáticos o el daddy problem a través del cual los votantes buscan una figura, normalmente un republicano duro, que los proteja de los peligros que, un mundo con cada vez más amenazas terroristas, conlleva.

"Surge la disyuntiva entre el mommy problem y la necesidad de votar a los demócratas para que la economía siga mejorando o el daddy problem a través del cual los votantes buscan una figura que los proteja de los peligros."



Recordemos que luego de los ataques del 11 de septiembre, la seguridad nacional pasó a ser un eje fundamental en las políticas públicas norteamericanas e incluso los ha llevado a resignar libertades individuales a cambio de mayores garantías de seguridad. Esto lo vimos sobre todo después de la aprobación del llamado Patriot Act.

Ahora bien, ¿por qué deberían interesarnos el resultado de la elección en EEUU? Simple. Porque, tal como sucedió con la elección del año 2000, en la que ganó George W. Bush, esta elección puede cambiar el mundo. 

De todos modos, nuestro país está casi totalmente afuera del radar de EEUU con lo cual no creo que ningún resultado cambie trascendentalmente nuestra relación con la gran potencia. Lo que en cualquier caso quisiera es que evitemos un regreso a cualquier tipo de relación carnal noventista o algún atisbo de hacernos los guapos y compadritos como en la década ganada. Una relación madura, sin ser alcahuetes ni enemigos es lo que pido.

Perdón, me hice el periodista especializado en internacionales. No volverá a suceder.

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