DERECHOS HUMANOS

Un final para Lopérfido

El Gobierno porteño hizo la semana pasada algo que no había ocurrido en todo el paso de Macri por la Ciudad: entregó un ministro ante una protesta. La interna PRO.

Werner Pertot
Primero fue un rumor, varias veces desmentido. Luego fue creciendo en intensidad, hasta que se convirtió en una certeza: el tiempo de Darío Lopérfido como ministro de Cultura se había terminado. Una sumatoria de exabruptos, provocaciones y errores lo había tornado insostenible, hasta para un gobierno con poco kilometraje como es el de Horacio Rodríguez Larreta. Pocos vieron, hasta ahora, lo inédito de que el macrismo ceda a las críticas de los organismos de derechos humanos. En este caso, quizás precipitó el final que esos cuestionamientos se mezclaron con una vieja rencilla entre ex integrantes de la Alianza.

Tal vez envalentonado con la victoria electoral en la Ciudad –por tres puntos sobre Martín Lousteau, recordemos- o por la nacional –también con escaso margen, aunque los macristas no lo leen así-, Lopérfido entró a su ministerio con una provocación que venía a instalar un nuevo clima de época. Ya había quedado claro que los organismos de derechos humanos no eran ni remotamente cercanos a los gobiernos macristas, e incluso se iniciaron contactos reservados con los grupos defensores de los represores. Pero Lopérfido necesitó más. Y de allí la frase sobre que los desaparecidos “no eran 30 mil” y el número “se pactó en una mesa para cobrar indemnizaciones”.

"Ya había quedado claro que los organismos de derechos humanos no eran cercanos al Gobierno, pero Lopérfido necesitó más. Tras su exabrupto, le pidieron que mantuviera un perfil bajo, pero el Ministro no se quedó callado y volvió a la carga una y otra vez".



Tras su exabrupto, desde el Gobierno porteño le pidieron que tuviera perfil bajo por un tiempo: Larreta salió a decir que no lo iba a echar porque ya se había disculpado (cosa que no era así) y el oficialismo esquivó los escraches y el creciente movimiento de malestar en torno al ministro de Cultura. Pero Lopérfido no se quedó callado. Volvió a la carga una y otra vez. 

Por ahí, su error fue abrir demasiados frentes, porque a la disputa con amplios sectores de artistas y organismos de derechos humanos le sumó una vieja rencilla con su antecesor en el cargo, Hernán Lombardi, que viene de épocas de la Alianza y el Grupo Sushi para acá. Recordemos: Lopérfido fue el primer Ministro de Cultura de Larreta. Lombardi fue el compañero de fórmula de Gabriela Michetti. Si hacemos un racconto de los ministros porteños que acompañaron a la ahora vicepresidenta para contrariar a Mauricio Macri y presentarse a la interna contra Larreta, veremos que ninguno terminó en el cargo más cómodo. Guillermo Montenegro es embajador en Uruguay, de donde Michetti intenta rescatarlo en este segundo semestre; Daniel Chaín terminó como secretario de Obras Públicas, y Lombardi tuvo que poner la cara para las decisiones más polémicas de la llegada del macrismo a los medios públicos.

Quizás midiendo mal la banca que tenía, Lopérfido le apuntó a un colaborador de Lombardi en su denuncia del “mayor fraude de la historia audiovisual argentina”. Se refería a producciones televisivas que pasaron por la Universidad de San Martín. Involucró en esto a Luis Vitullo, que fue de los pocos funcionarios que resistieron el cambio de gobierno y trabaja con Lombardi.

Las cosas no terminaron allí. La agencia estatal Télam, que depende de Lombardi, difundió un video con uno de los escraches a Lopérfido en la inauguración de un programa del Teatro San Martín por los barrios. Para colmo, en el video se lo ve a Larreta que observa desconcertado cómo lo rodean personas con carteles pidiendo la renuncia de su ministro de Cultura, sin saber si detenerse o seguir hablando. Acto seguido, el video lo muestra a Lopérfido, que se terminó de enterrar al advertir que él podía sacar a los “artistas K” de las salas públicas y no lo hizo. La recomendación final fue que los artistas no hablen de política “porque es muy complicado”. La estocada de Lombardi fue perfecta. Lopérfido dejó el ministerio poco después, quizás como una forma de que la interna macrista no siguiera escalando. 

"El Gobierno porteño publicó que Lopérfido se fue de su cargo porque no daba abasto con las tareas. En privado, indican que estaba cansado de ir a todos lados a ser escrachado".



En el Gobierno porteño intentaron salvar la imagen de su ex ministro de Cultura y publicaron la inverosímil razón de que el funcionario no daba abasto con todas sus tareas. En privado, en el Gobierno porteño indican que realmente estaba cansado de ir a todos lados a ser escrachado. También en un gesto hacia su funcionario, Larreta lo preservó como director del Teatro Colón. Es decir, volvió al cargo que tenía el año pasado. No es seguro que esta sea una decisión muy sabia: con la madre de Plaza de Mayo Nora Cortiñas a la cabeza, diversos sectores anunciaron que continuarán la campaña hasta que renuncie también a ese cargo.

Lo cierto es que en los ocho años como jefe de Gobierno, Macri nunca cedió a ninguno de sus ministros ante la presión externa. Mariano Narodowski fue el único que salió de su cargo como ministro de Educación y lo hizo mucho tiempo después de iniciado el escándalo de las escuchas ilegales. Montenegro, que debe tener un récord en pedidos de renuncia, siguió en el cargo hasta el final. O mejor dicho: hasta que apoyó a Michetti en la interna. Un caso comparable fue el del director de la Agencia Gubernamental de Control, Federico Young, quien había compartido charlas con Cecilia Pando. En una de ellas, al comienzo del gobierno de Néstor Kirchner, fustigó a “los terroristas” de los setenta y dijo que había en ese entonces “uno en el máximo cargo”. Young dejó el cargo mucho después de las críticas que recibió. Se fue en marzo de 2009 y también le encontraron un lugar en el directorio del SBASE, la empresa estatal de subtes. Fue más de un año después de iniciada la gestión. Lopérfido no pasó de los seis meses.

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